Lo primero que se divisa en la triturada costa
Africana es la contracción de un gusano blanco,
Fúgido, contra las rocas, la circulación de las moscas,
Y azores que firman con la pulpa celeste otros
Círculos de la muerte. Moscas. Azores.
Queda con el regio aquel espejismo.
Mira delante. Zumbido. Mira atrás. No sabe como
Llegó hasta aquí esta mosca atrevida. Y sobre su
Cabeza: inútil espante. Una ha llamado a todas.
No escapan a las hojas acres que le han puesto
En el yelmo, y que expiden peor hedor que las
Batallas que dejó por olvido, ni respetan
Las fumaradas de innumerables arbustos que arden
Día y noche los súbditos. Porque aún cuando duerme
Allí están. Imposible decir cuál es noche o cuál es mosca.
O el preciso tamaño de la corona que ambas forman.
En Galia, lo primero que se divisa, si uno hubiera visto
Al regio en retirada, hubiera sido aquel halo
De bullidoras moscas, persistentes y ágiles.
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