[a, b] intervalo cerrado
24 de noviembre del 2011
Como (Isabel) lo ha dicho de soslayo, me aparto a un lado del tramo entre sus quejas y (la pared), y levanto mis cosas sobre la cabeza en un último intento por salvar lo que me queda sin que se moje nada, sin que se queme nada O. Y. se contaminen con este No te quiero ver más, y creo que lo tendré que acomodar todo en un cuarto de desahogo, y aparte, encontrar un espacio donde quepa este yo polvoriento y amarillo de esta piel con su [a, b] intervalo cerrado. Cojones, ¿pero dónde almacenaré el aserrín que desde el techo propone en la lamparita de Ikea una navidad escandinava, el asunto de tornillos desperdigados, esa caja de herramientas que (Isabel) tiene debajo del fregadero, la única música que escucho (rayada) en su matemática, un Bach, el otro Bach, el fondo de un piano asmático, el tétrico aguacero de claves y acordes, la cola tensa de un caballo que trota por las escalas, mis poemas favoritos en portugués colgados en la cocina? Nada. Lo que quiero sin gritar, sin histerias, sin miradas a los ojos, aunque imposible sea detener esta inundación, esta flor de loto aquí, al cuello, convertida en navaja por encima de mi colchón y falsa frontera en la ventana, hendidura que se junta con el horizonte de la sabana de las jirafas que pasan por la pared, es que, sea lo que sea, voy a apartarme a un lado, voy a levantar los brazos como Hércules, dejar que pasen las aguas y esperar que hoy se termine.
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