jueves, 5 de abril de 2012

Los naranjales (entre Algamesi y Xátiva)



Hace un buen rato que te pienso. Al filo de los naranjales, entre Algamesi y Xátiva, los mirlos dan cuerpo a tres o cuatro liviandades. El agrio, al doblarse en tu boca, se encierra antes que valga el aire. Fuera de mí (la frialdad en las cáscaras y el crujir de mis pasos). Dentro de ti (yo tan expuesto a este paisaje interminable). Y por un instante me salva de los contrastes y del peligro del aroma que te redondea con su pulpa. Lo que sigo pensando es una continuidad donde tus órganos se acomodan entre los verdes. Las guardarrayas como dientes de una causa obscena que se acrecienta sobre el ombligo de las naranjas. Justo ahí, compadece un sobresalto hacia donde quiero ir. La duda donde siempre he estado. Esa infección de tu rareza. Las mazmorras entre las hojas operadas por el viento. El delicado sondear de los árboles me mece como si dentro de mí pusieras la enredadera de tus dedos. Y es que vuelvo a oír mis pasos: el pulso que de mí se va. 

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