Erase que era
aquella noche debajo de La Gran Piñata.
Intenté ponerle verbo al rabo del burro. A ciegas y a gritos, entre
empujones tanteaba, hábito de la nausea, ciegas vueltas, y erré para la risa de
todos. Aquella otra noche, cuando supuse reponerme y poner, inervado por los
burros, mi rabo donde mi voluntad deseaba, penetré súbito y por donde Dios no
quería. Parte mía, presente recordado, se agarró de esa inútil motricidad.
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