Santa Tecla |
Este, el pozo. Aquello, el espejismo sondeando
la esquina del bar. Hay un hombre sentado siempre en el mismo sitio. De
frente a la ventana. Y o sus codos en v menor. La cara sellada por una aparente
curiosidad, acornando, sin mirar, al borde de una laguna encima de la mesa. Sus labios ni tiemblan ni dan la mínima señal
de displicencia. Los brazos, si allí flotan, no se preocupan por lo humano, por
su nariz, por su piel enrojecida o y el anillo en el pulgar asiendo la pinta en
un instante terrible donde le busca una distancia “de Armenia a Tarragona al
rastro del aroma. Algo así como estar en lo alto del Castell, espuma e
imposible. Como- pauta- Santa Tecla. O. Y. Ball de Cossis donde toca el fondo
en estas dos horas de algo que permeará aquí, hasta la lengua, por dentro, en sentido
chirriante, y opuesto a la frialdad del aguacate”.
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