Si me
arrimo a La Mar: urcas y pinazas. Al borde: un planeta en El Verbo de sus
verduras evaporadas. El rasgo: exposición: las carnes (palos de inga vera)
asadas en un interminable transporte de ser y estar. Y al juego de chirlas y
sabores: un rotor que da más vuelta que el Salmo 23. Y, en el bauprés, estilla un zumo el aire, extendido en calar y expirar: el estado del filicidio que
se imaginan los pargos, el rasgo, oblicuo, mesura, cuando las mujeres desde
la orilla les gritan a sus hombres que ya regresen: que la mar solo da su
simpleza cuando quiere.
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