13 de febrero y 2011
Amanecer en una curva de jacarandá. Un racimo vertiginoso de lo incontable, la piel agujereada. Este leopardo me está reemplazando hace 20 años. O. ¿Será una lepra de visión interna? No. Amanezco sin esa lepra. Es otra cosa que se sugiere y no sé cómo definirlo.
Tan pronto miro por la ventana algo falta. Los carámbanos. No hay nubes pero el cielo está blanco.
Eso es. El blanco se ha ido expandiendo y ahora es una realidad inabordable. Lo que queda es margen. Aquí frente a la ventana. El margen de esta hoja. El frío que me ha aumentado los poros.
Por una incisión de la persiana se me filtra una escena casi olvidada de El tirant lo blanc. Algunos argumentos se mezclan del por qué no puedo tirar las cariofilinas (jarrón violáceo) que tengo secas desde diciembre del 2009. Lo otro que aparece es la sensación de un camino donde la polvareda es talco.
Cuando paso junto al colchón, en las sábanas, una conversación se apaga junto a un cuerpo de esos, largo, de Modigliani. Axilas hirsutas. La cuenca impenetrable de sus ojos.
Lo voy a tener en cuenta. Si logro darle un poco más de forma al camino donde la polvareda es talco, a la derecha, por donde desaparecería, le voy a colocar un jacarandá. Y tal vez diga que un leopardo esta subiéndolo.
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