7 de febrero y 2011
Este lunes está azul. Ella lo dice porque tiene un suéter rosado. Con un sorbeto en la boca dice que le falta un cojonal de películas por ver. Lo oigo, desde el otro lado de otra mesa, con una cobertura a la que le pongo poco interés. Hasta que habla de un hombre que se amputa la pierna para sobrevivir.
La otra mujer no quiere ver la ropa interior de nadie. Le da miedo. Le pone, con grados de fuerza, una descripción a la guinga y a la franela. Se ha creado un país lleno de enanos y gigantes, paquetes y ortigas que le suben por el sonrosado del cuello.
Todos quieren ver a Biutiful. ¿Quieren verse? Es una perra recién bautizada. Dicen. Y van bajando la voz porque las miro fijo. Les preguntaría de qué color es la perra. Y no es así. Lo que explica, otra vez la mujer de rosado, es una verdad que se refugia en lo que ella quiere ignorar. Hace un gesto de fe. Y vuelve a decir Biutiful con voz de parachoques.
La neurosis dice que yo mismo me aburro. Hablar un poco. Yo le dije. Yo le dije. Yo le dije. Quizás necesito juntarme con una unidad que comience como un pronombre directo y se mueva como una pareja enamorada. Un robot. No. Un robot. No. Algo que tenga lucecitas.
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