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Dejo el grifo que riña con el agua. Prefiero, en la concavidad
Del golpe, la paciencia entre la estalactita y la cagadita.
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El doblez está más cerca de la vanidad que la sencilla razón
Por la que siempre me redoblo en mis errores. Perdón, vomito.
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Isósceles y todo y he tropezado con una condición donde
El encierro le duele por todas las costillas a Diógenes.
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La tendencia de poner la cerveza en el calculado círculo
Por donde entraría el toro. Hasta en eso hay que cuidarse de las querencias.
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En el delta hay una orilla donde el sol despliega la belleza.
Hay un plato de estructuras que no he descubierto en las aguas.
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Truculentos, masivos, los empalmes del ébano. Una estructura
Tras otra. Discurre el olor de la vieja magia.
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Grampas. Y de lo atado, me abstengo a decidir el metal
De mi abstinencias. El pálpito como un jabón despumado.
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Digo menos cuando considero que todo lo que dijeron
Es lo mismo que yo podría haber dicho “en otras circunstancias”.
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Y sobre todo fue cuando la ráfaga del trigo le recordó una melena.
Un león se había escapado de la jaula en aquella tarde de junio.
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