10 de mayo del 2011
La flor de buganvilla. Carnosa de noche. Una manta hasta el tinto con sus patas de frijol. Cornucopia. Con los morados atados en la vena de los ojos. Ese elevado que se abre en la placenta de la luz.
Me froto las manos. Parece que calza al lado de la pared con la paciencia el recreo de los húmedos. Un beso. Una estrategia (estratos) al que le pongo al gajo. Mi estado de ansiedad.
Vuelvo a estirar la mano. La peca que busco (empetalada) me ha movido de sitio. Un magenta sin palpitación. Quiero acercarme hasta el más profundo gestar de esta flor incomprendida.
Quisiera llegar a la noche para percibir su carne. Tal vez se confiese. Quizá me ponga en el indicio el tablero donde yo salte de cuadro en cuadro.
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