23 de mayo del 2011
Laakbaar- Nueva York
En el aeropuerto de Laakbaar. Una voz precede a un azul añil. Se despliega por las bocinas para llamar a los señores pasajeros (por favor de presentarse en la puerta de embarque número tal). Es la misma voz femenina que escuché ayer en La Apoteosis. Metálica y dulce. Las palabras repercuten lentas, seguras, tranquilas. No tengo dudas. Es la de ayer, pero también es la misma que envía a los pasajeros a las puertas de embarques de Frankfurt, Madrid, Paris, Venecia, Montevideo. Es una voz con alas, transparente, políglota. Azul.
¿Se regresa de Laakbaar? ¿Puedo decirme dónde he estado? Ahora, cuando miro hacia la pista de aterrizaje, despega un avión parecido a un caballito de San Vicente. Las piernas se me sumergen más allá de ese espacio. ¿Es posible que le estalle el silencio a alguien dentro de la boca? Vago por dentro de un café con leche. Su sabor lácteo y montañero me revuelve la duda. Me ataja un cero sabor. La aparición de un frío imposible en las manos. Quiero sentir algo que me oriente. Y nada.
PIMM PUMMM. Atención. Señores pasajeros del vuelo 5533 de Continental con destino a Nueva York, por favor de presentarse en la puerta de embarque numero 2. Azul.
No existe tal puerta de embarque. Hay una puerta que te lleva directamente a la pista y tienes que caminar un tramo hasta el avión. Espacio abierto. Alto. Un cortinaje luminoso corre en un tejado seco sobre el verde en la distancia, y sin embargo, se siente fresco. Un instinto en la piel. Es lo único que puedo sentir.
En el avión. Se eleva. Busco en vano en la lejanía la silueta de la ciudad. Otra vez. Nada. Restos de parchos verdes. Carreteras vacías. La tierra estática bajo la humedad y las nubes. El zumbido.
Poco después. La línea del mar. Ese preciso momento entre la tierra y el mar. Un gusano blanco se reproduce en ese encuentro. El zumbido.
La mosca se posa inquieta en una revista. Da un salto. Esta vez desaparece detrás de la cabeza del 18C. Regresa. El zumbido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario