sábado, 5 de enero de 2013

El prado






No es suerte en gerundios ni de templado anacoreta el círculo negro en los ojos de las vacas. Tampoco el cercano duelo con pistolas de mito o el mugido, pleonasmos y yescas, detrás de los frijolares donde pastan los amores, clavadistas en seco, envidia de la lluvia que en el junco explota como pinga de mono.

Y poco el tiempo para pensar, algo así, pasajero y a favor de la moral de la fruta de temporada que hacia mí viaja; y es que, a pesar de todo, mi talud es mole de este prado en sentido puesto y no de lo opuesto de diestro caballero que perdió su montura en la tiranía del sieso. Me quito la boina ante tanta belleza.

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