No es suerte en gerundios
ni de templado anacoreta el círculo negro en los ojos de las vacas. Tampoco el
cercano duelo con pistolas de mito o el mugido, pleonasmos y yescas, detrás de
los frijolares donde pastan los amores, clavadistas en seco, envidia de la
lluvia que en el junco explota como pinga de mono.
Y poco el tiempo
para pensar, algo así, pasajero y a favor de la moral de la fruta de temporada
que hacia mí viaja; y es que, a pesar de todo, mi talud es mole de este prado en
sentido puesto y no de lo opuesto de diestro caballero que perdió su montura en
la tiranía del sieso. Me quito la boina ante tanta belleza.
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