Fue tocando tetas
hasta el ombligo de su gato. El resto tuvo dos partes para el olvido. Uno más
uno hacia la portañuela de la mar. Y casi al despertar, por el Ganges, bajaban
cuerpos envueltos en telas. A la fosa, gorda, palangana, a mitad llena, micción
clara, la antepenúltima gota desde el confín de la noche, y si descendía(n), a
pesar de la gravedad, iba entre palabras in vitro -en irreversible letargo
trepaba un chipojo la pared- tocando totos hasta el ombligo de su gato.
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