¿Qué no a la sedancia,
me crespo y sulfuro, aun si arriesgo mi tiempo, en esto, la puta sotana de mi
verdad? ENCHUFO, me chiflo, en sí, cada vez que el dedo pongo entre estas llagas
poéticas. Cada vez. Las nimias. Otro trago de vino para la falta de vergüenza y
cuánticos –dulces- plagios. Atraco, como siempre, en dos, tres, ya demasiadas
lecturas. Y al complejo estado de gato, que me entrecoma, vuelvo diamantino,
agarroso, a mis Diógenes grotescos y panzudos, al punto grieta del moral en el
patio. Ya basta, me digo, de escribir estas mismas mierdas. Y sin embargo.
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