Como mínimo, espuma. Le explico a Isabel. El rictus del
paraguas. Cuando entre señas se guiñan los cuerpos al sometimiento de lo voraz.
El flujo: esto- le recuerdo la falsa inclinación de la garúa: la carretera y
los carteles, sus armaduras vertebradas en cuadrángulos y verdes, las riñas de
las curvas (y empero su codo que
descansa) delante de los olmos por desnudarse, y ese incierto aluminio, color
que invade y doblega, creo vuelve a gotear en la flacura del viento en un muslo
eléctrico, chicharra reventada, así en la corteza, de estas cosas tan
cercanas. Y su mano, me acerca. Dobla el cuello, y mira, decidida, para
ver que acaba de pasar.
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