The brook (1907) John Singer Sargent |
Con tres huevos construyo un castillo. Apoyado en las tostadas
unto el café. Y sin embargo, triunfa el aceite de oliva sobre el tizne del pan.
Hay algo en ello mortífero al paladar que se corona en descaro.
Y debemos partir hoy. ¿Qué sucedió anoche? ¿Quién estuvo entre las
esponjas amarillas colocándome de cara al viento? Sin respuestas. Una caminata.
Propone Mauricio. A un lago. Subir al lago Fulano desde la orilla del Lake
George. Dos lagos. Uno arriba y otro abajo. Arreglo la numérica y sugiero asar
carnes cuando regresemos. Quiero decir la palabra almuerzo.
Reptamos al lado de un arroyo. Cae veloz desde una cima escondida.
Se le oye derramarse a la derecha entre grutas y pinos, y por debajo de los
cercanos zumbidos de los mosquitos. La cuesta. Los amigos quedan atrás. Me uno
a mis pasos y no siento la respiración. Me aligero desde los riñones y el estómago,
devuelvo todo residuo a su génesis, cualquier líquido al aire, cualquier traza
a su volumen.
Subo y subo. Y al subir termino vacío. Incomprensiblemente vacío. Sin
palabras. En la cima, los mosquitos se acercan, rondan, se alborotan. Y al no
encontrar palabras el enjambre se va. Y yo sigo hacia el lago Fulano, por un
trillo fangoso y quieto.
El lago Fulano reposa entre las montañas: un plato servido para la
falsedad. Hay un hombre pescando en un bote. ¿Será un bote con un hombre lo
necesario aquí? También aparecen dos
hombres sentados en una roca distante que aparentan conversar. ¿Serán
parte de la composición? O. Y. Tal vez desde
la otra orilla me veo parado con mis dos palos observando detenidamente las
aguas. Cuando mis amigos llegan el orden es la claridad del agua, las
transparencias que imitan, la altura del sitio, el aire sin humedad, la pequeña
playa donde rompen unas olas diminutas e inofensivas, la hora de regreso.
Desciendo a toda velocidad. El revés del trillo me sorprende. Es breve.
Mitad del tiempo. Mitad de mi atención. Y espero a mis amigos sentado en una
roca. A mis pies el arroyo. Allí el agua rodea, lucha, insiste, murmulla. Me alivia
el rumor, los contornos. Cuando creo que soy capaz de pensar en algo más
aparecen mis amigos con sus rodillas endurecidas.
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