Antoni Tàpies © boillon |
6 de febrero del 2012
Una arenilla desciende. Se puede pensar hasta en un reloj. Y. O. Un entierro. Una conexión de metilenos y anillos de maderas de zumos de una vuelta ágil en el color de la eles catalanas. La pena y su estrategia de penitencia lenta. El ventrículo de una derecha con sus naranjas hechas de olas. Amagar y no dar. Una renta que tiene el brochazo que se da como venda. Para que por ahí se vayan los ciegos a coger por el culo. Algo de dulzuras en todo ello. Pero, para qué. Para qué insistir dentro del cuadrilátero. Tàpies. Insiste. Antoni. Se amordazan algunas sedes de la materia y él se deja caer. Padece versicular, tenderse, poner en orden el café la noche el abuso la histeria una caja de cerillas. Sin irse se adhiere. Esa es la magia. Y luego. Como un rostro trocado en un tren que cruza se vuelve a repetir. A repartir. El Gólgota. La suma. Una bronca. {a} intervalo degenerado. Una deuda donde la playa se enrolla en el gusano blanco. Y se desparrama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario