4 de marzo y 2011
El colchón.
Me bato con el borde del colchón hasta poner los pies en el infinito. Coño, el frío del linóleo. Un patrón de cuadros que son una galaxia. La miro fijamente sin encender la luz. Lo que entra por la ventana es un caso desmadejado de penumbra. Qué agujero.
La cocina.
Enciendo la luz. Los libros. Los libros en la mesa. Los libros en el piso en columnas. La biblia de púlpito le ha caído encima a una rata. Reina-Valera, 1960. Quince libras. La vieja y efectiva trampa ha funcionado. Una menos que no rondará por el diario intermitente.
El baño.
Donde mismo dejé las amapolas de la cortina de la ducha comienza a permearse una mancha oscura. Me da terror bañarme y regresar al patio de la casa. La casa. Hoy no puedo con mi infancia. Prefiero halar la palanca del inodoro y ver el efecto Coriolis. En un minuto y cuarenta y cinco segundos se llena el tanque.
Regreso a la cocina.
Levanto la biblia. Levanto por el rabo a la rata aplastada. Tendré que sacar la basura antes de mañana. Abro la biblia al azar, como cuando niño, y leo el primer versículo bajo el dedo. “Mas Jehová hirió al rey con lepra, y estuvo leproso hasta el día de su muerte, y habitó en casa separada, y Jotam hijo del rey tenía el cargo del palacio, gobernando al pueblo.” 2 de Reyes, versículo 5. Cojones.
Regreso al colchón.
No hay quien pueda contra el abstracto de esta galaxia. Debería regresar a la cocina y buscar otro versículo al azar. Debería cambiar este linóleo. Me pongo a contar las constelaciones. Voy por 5. Es complicadísimo armarlas y después poder discernir todo el sistema. Aquí las nombro en lo que me pongo los calcetines: La Gran Amapola, El Temple del Perro, Añicos y Perjurios, La Siesta, La Gata Rafaela.
2 comentarios:
estás amolao oscar, amolao. me encanta, puro estímulo poético.
se me ha perdido la tijera y no la encuentro.
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