miércoles, 28 de marzo de 2012

Bulto carnicero



28 de marzo del 2012 

Tan pronto me levanto, recuerdo haber sentido, durante la noche, el roer en los huesos del hombro. La dentadura de un cuerpo (bulto carnicero). La vejiga (dura) y yo nos movemos en una muchedumbre hacia una colina que se empoza. Aparece La Parálisis. Un peso sin volumen me agarra de los hombros. Me tritura. Me susurra como un corifeo. Y me aparta tranquilamente sin dejar de aplicarme su pesadumbre. Quedo atrás, abandonado, en lo que se disuelve el gentío, y sin dejar de sentir el mordisquear.

En el autobús 167, la muchacha sentada a mi lado me mira de soslayo. Tiene las manos blancas. Las uñas de rojo cundeamor. Un anillo con un azabache negro. Le sonrío cuando decidimos mirarnos. La luz detrás de ella me espanta. Su perfil me espanta. Su belleza blanca me espanta. Mi vejiga se espanta. Los pantanos de Rutherford pasan en una lista de montones negros en una pizarra veloz. Me espantan. Me espanta cuando su hombro accidentalmente roza mi hombro roído. 

La muchacha se baja en la parada del Hotel Marriott. Me sonríe antes de levantarse. Es alta. Pantalones y chaqueta. Toda de negro. Desde la ventanilla la puedo ver quedarse atrás. Camina mirando sus zapatos. A mi lado, ha dejado su asiento tapizado de azul. Dentro de la vejiga se me acomoda el frío de la mañana. Y el espanto me ayuda a estirar la mano, poco a poco, hacia el espacio donde estaba sentada. Nada. No ha quedado nada. El dolor en el hombro también se ha ido.

No hay comentarios: