jueves, 15 de marzo de 2012

Los idus de marzo (Iddy y el rizoma de los higos de Colindres)


15 de marzo y 2012

Llovería. Sueño con Iddy y el rizoma de los higos de Colindres. Ambos, como en los malos sueños, se esparcen en un replay por mi vida. Los higos, nietos de un largo viaje, terminan flotando en los azúcares de un pomo. Y allí se pierden de vista en una larga espera. A Iddy la voy a buscar en una estación de autobús. De pañoleta y gafas de sol me divisa. Y toda su altura se me acerca con la aflicción del cariño. Un frío dentro de su voz me descubre cuando me dice Cariño antes de ponerme la mano en el pecho. Lleva calcetines altos y negros y una falda de guinga. Pero es su voz la que, en un infinito repetir de cuadros rojos, siento acercase a mi boca. Así. Tan cerca. Ante sus largas manos, me paraliza una intuición que no logro darle forma. ¿Qué empuja, en el filo de la ficción, un ropón de encajes de Chiswick cuando por fin la beso? Pero besar es otra ficción que propone y no altera el vacío, las proporciones, los remates. Hemos quedado a la intemperie. Dos estatuas que se han dado por terminadas y se dejan hacer Lo que tú quieras. Después, el cuadro de mis repetidas tristezas. La grasa antigua. El desliz de cosillas, en negro y resbalosas, se va cuchicheando hasta abordar el sitio de lo inconversable.

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