2 de marzo y el 2012
De greñas. De sándalos. Dos cobrizas ruletas de nubes me cobran la mañana. Pienso haber estado en otro sitio (parecido) menos obvio. Una canica dentro de mí que rueda. Mis cosas, con su poco orden para que yo emprenda el día, están empacadas como un estómago enfermo. Allí se esconden en lo confidencial. Unas contraseñas de tripas y nudos, ácidos que han redondeado las esquinas y suavizado los filos. Por ejemplo: cargo con un corazón de goma y una cajita de aspirina hace 20 años. El corazón ha ido oscureciendo y con él nunca he borrado. Las aspirinas nada aliviarían.
Observo a la conductora del autobús 167. Empuja el timón del autobús con certeza. El aparato la obedece. El parabrisas es una pantalla por donde pasamos. La conductora tiene el pelo rubio y desgastado por viejos tintes e insistencias. Es una mujer dura. Amarilla de tez. Arrugas prematuras. Entre una voz dulce y flemosa le pregunta el destino a los usuarios. Toma el dinero. Devuelve el cambio. Cierra la puerta. Mira los espejos. Y arranca. Cuando la vuelvo a mirar, me parece un maniquí sentado en una sala de cine.
Le huyo a una conversación de dos mujeres que intercambian impresiones sobre el valor que hay que tener para soportar a un hombre borracho. Detrás de mi asiento, la voz más joven se detiene por un momento en la memoria y calla por unos minutos antes de comenzar a sollozar. Acudo al ipod. Cuando me percato, ya el canto hondo va por La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado.
De vuelta al apartamento, encuentro, debajo de la mesa de la cocina, el volumen de la Editorial Emecé de las obras completas de Jorge Luis Borges. En la página 946 hay una carta en un sobre abierto. El sobre tiene sello rematado el 18 de marzo de 2001. El sobre está escrito en tinta azul con los rasgos de un punto itálico de una pluma estilográfica, y como destinario Isabel. Reconozco mi caligrafía. Leo la carta. En ella le instruyo que lea la página 946. Y más abajo, le pido que una vez leída, busque el título Spices y lo abra en la página 78. Le aseguro que allí está la clave. Le pido que Al recibo de esta y cuando desees me des tu opinión. Te quiero. En la página 946 y 947 aparecen dos poemas con el mismo título: Buenos Aires.
Después de sentarme al borde del colchón y releer la carta, presiento (y me entristece) que no tendré la misma suerte con la página 78 de Spices. Por muchos años el título estuvo en una columna de libros al lado de la chimenea. Hace seis años, en una de esas limpiezas generales, creo haberlo visto donde guardaría las toallas, y que ahora está ocupado por las obras de Pessoa y Lispector. Creo que, a estas fechas, sería una total imprudencia llamar y preguntarle a Isabel.
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