20 de diciembre y 2010
Le tiraron una sábana gris a la luna o le pusieron un gran mosquitero. Yo no lo vi. Por la mañana, la gente del canal 2 me dice lo que ellos quieren que sepa. Eclipse total de algo que tiene que ver con 300 años y no hasta el 2094. Qué dice.
Levanto las persianas. Miro por la cajita de espacio de mi ventana. Todavía es de noche. La luna se tiene que haber ido a otro lado. Un señor pasa bien adentro de su abrigo. El viento está del carajo.
En la parada del autobús, regreso a un eclipse solar. Nos sacaron al patio a todos. Nos dieron instrucciones para no quedar ciegos. Yo estaba enamorado de Mercedes. Ella levantó su pedacito de plástico negro. Chilló de alegría. Saltó varias veces junto a otras compañeras. La aceché como un lobo celoso. Luego, se le acercó Julián y se quedaron los dos conversando mientras los demás hacían círculos y conversaban.
Antes de calcular cuánto tardaré en llegar a la parada, recuerdo las tres Marías. Después de las siete de la noche aparecían vestiditas de luz y en fila india. Las velaba. Desde el escalón de la puerta de mi casa las esperaba paciente.
Por qué me veo de pantalón gabardina y camisita de hilo transparente sentado con un trozo de pan con aceite y sal.
Con este frío hay que batallar con merino. Una vez que cierro la puerta, pongo en marcha el cronómetro. Hasta la parada son tres minutos y veinte segundos.
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