Pongo tal bachillería al cerezo que pasado de alboroto comienza sin disculpar al peligro, pasa un salto, ignoro su templanza cuando profesa al verde necio retoño, boca que dice un hoyo, un pelo, un poco blandura y prudencia al oficio ejecutado en pos y mediodía, y a su naturaleza al polvo en alto (inigualable) trina un “pájaro”, desconsolado jazzista, sin repetir nota o cautela y sin pensar nido o proporción u- (ocasión)- donde pensaba vivir por vez, esta vez, primera, y al menos porfiar.
sábado, 30 de marzo de 2013
jueves, 28 de marzo de 2013
Peñasco extraño la salinidad
Mann, aus dem Fenster springend (1965) Gerhard Richter |
Peñasco extraño la salinidad de esta camisa rota al lado de las ventanas ambos tomados de las manos sujetos o no abruptos dos en número dando vueltas al primer vocablo para decir que describir es algo moribundo entre el silencio y los agujeros de este algodón -desguace y presión- albatros y vuelo- anidan sentados en los botones que atan al cuerpo estos días a finales de marzo y confunden alturas.
martes, 26 de marzo de 2013
Es la cuenca
Snow White (15.11.05) Gerhard Richter |
Es la cuenca. El cuerpo en brazos de un hoyo. Un hoyo con olor a café. Aromas fortificados en espera de la luz que no llega. En la esquina. Donde espera la gente sigue pasando con disimulo Ramoncito, el ladrón, con la cara de un niño roto desde hace siglos.
Es la nieve que no se va. Un estanco lleno de papeles- y el tabaco picado debajo del techo- se canta así mismo con las aguas que no han dejado de caer entre todas las páginas publicadas hoy. Esa luz le pertenece al papel. El tono. Algunas cosas tomadas de los cadáveres que coincidieron- ayer- en la morgue y han confundido las noticias con el hojear de los diarios al aire.
Es que baja tras el agua un huevo vacío, un frijol verde claro y sin futuro, una rosca que no dejaba transitar nada, y un mogollón de tarecos que se acumuló en el espacio entre compendios de cotidianas historias.
Es este blanco en el baño. Dos gotas simultáneas se estrellan y se oye solo una. Y otra alarga su agonía. Queda un lagrimón colgado mientras la palanca jalonea un diluvio de mierdas.
sábado, 16 de marzo de 2013
9 de marzo del 2013 (a Damián, In Memoriam)
S. mit Kind (1995), Gerhard Reichter |
Está más ácida
la luz (hoy). Afuera, a la vuelta de la esquina, en el patio de la escuela
donde juegan los niños en el recreo, también hay ese recomer (tinte) debajo de
los ventanales aunque sean ladrillos que se arrimen y levanten una pared hasta
lo alto de un techo y encima del techo bajen, por las tejas, trazos de las
nieves de muchos antes de ayer.
Regreso tope ese
lapso se estrena a los pies- de qué- hecho una batalla- y por ende revoca un
sector con mano de obra por las calles y hasta la puerta de este edificio se
enfrenta y abre un frente sin ni siquiera encontrar un árbol de apoyo en esta
calle y decide que
El preciso
momento, hoy, marzo, quiera aquí o no comparar, en cuanto al mundo, las cosas
son un reflujo que deja inmóvil, el gesto en agraz, para un total deshielo que refuerza
de frialdad a los brotes de las moras (impacientes) y no hay tiempo para esa
frase
“Me apoyaba en
el sueño en lo que se quedaba el mundo”. De contar expansión nadie se restringirá.
Nadie. La lista donde se provoca la depuración no absolverá posición que valga,
y la luz, como las dulzuras, debajo de los azufaifos, seguirá con su banda de
fulgores; una carrera donde se prefiere salir a pensar en la visita, como dice
la canción, sin decir adiós.
La muerte entró
aquí. Subió por las escaleras. Y en la más íntima de las elecciones da juicio
que pasó. Uno queda frente a una masa (contraída) y el hedor fecal, y la
ventana por donde entra el viento desde el patio de la escuela y la lámpara que alumbra, algo inadvertida, dos relojes de pulsera sobre la mesita.
sábado, 2 de marzo de 2013
Juego de primavera
Dime. Diríase. Si
duermes. Venga así a mis grasas tu amor (fondo y maravilla) al lado de un
puerro que enverdece y la mueca pinza. Afuera espera la tarde para darnos el
café que esta mañana saltamos, y quejarnos de la ausencia de los estorninos.
Si no me dices
jardinero, inning, antesalista- entonces que el silencio te trague el deseo, te
dejes masticar, entregues por los aleros del vencimiento, curvas y rectas,
génesis y roces, la doma muscular, el tiempo perdido: un estómago (ácido), el
descanso, la suavidad de las sábanas, jodida y voraz- tu rostro fláccido e irreconocible,
me asusta. Porque qué es lo que se va o regresa.
Me arrimo (otra
vez) al rizoma aquel que te tocara un enero en la cocina alas lux del desmayo otrora
piel esa sensación contra mi despeño dormirte por primera vez igual a ganso
roto tu cuello desigual yo midiendo a entrañas anchas un barril de whiskey en
el círculo de espera. Y tu rostro desaparecía, inclusive, te olvidaba.
Estoy hablando
solo. Miro un juego de los Mets tarde en febrero.
Será que dormir no es que menciones lo que
adentro ya no pide imagen.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)