martes, 4 de diciembre de 2018

Zafose, aquel día, tan pronto

Autorretrato, bostezando, Joseph Decreux, circa 1783

Zafose, aquel día, tan pronto quise la tapa de la lata, 
digo,
de maíz empacada en Wisconsin. Ella, tumorosa
de tetas, había templado con el índice (sola) 
en el lino de Norwich: una forma de puñetazo 
mientras retraía la cuchilla suiza del Yo.

Así es. La hora del consumo tiene indescifrables  
verdades. Un mes más tarde, se le cayó el pelo 
después de un aguacero de creolinas 
que del interior le vino, y, al parecer, 
conectado a mis culpas y apetitos. 

Esta historia es breve. La última vez que la vi
caminaba con un hombre más alto que yo. 
Y aparentaban, ambos, haber estado siguiendo
un estricto régimen de carbohidratos.

lunes, 26 de noviembre de 2018

A Bernardo Bertolucci (In Memoriam)

Bernardo Bertolucci


El día irradia y se desploma.
El autobús tensa dos axiomas,
las calles trenzan tres arquitrabes
con las oxidadas cuerdas de los sauces.

También le extirpan a Isabel
cuatro pólipos en línea
por un bello cocal que se mece
en la lejanía. O. Y.
Donde Bertolucci parece haber muerto,
según Heráclito,
en el hipocampo de Los Soñadores. 

lunes, 19 de noviembre de 2018

¿Qué cala en vez de darme aviso...?

Hilma af Klint

¿Qué cala en vez de darme aviso que a flor de viento me exige erguirme, posar (aledaño) esta parte negada por el limón de los arimeces embarrados por noviembre, y clavar justo este ojo en la huida del retrovisor que se ajusta según marcha -ese incidir de claves en las muertes- si retrocede por última vez? 

martes, 30 de octubre de 2018

Wang Xizhi observando gansos


Wang Xizhi observando gansos (ca. 1295) Dinastia Yuan (1271-1368) Qian Xuan

¿Quién estuvo fue eco? Dadas las centurias y el grosor de esta escama, los sedimentos, el endurecimiento, la riña del prurito, reclaman La Ruina. Con suerte, un verso (cuesta arriba, cuesta abajo) se repite en el índice del ir y venir de las hordas y Los Valles de Sombra. Y lograr aflorar es erguirse ante fronteras y murallas. Mucho más adentro, queda lo desnudo patiabierto y ligeramente ebrio. Brochazo al lado, una mano parece apuntar en el alma y donde ha pintado Qian Xuan dos gansos en medio de un lago.  

jueves, 25 de octubre de 2018

Entre espejos (De Maimónides a Celan)




¿Cuál encaje, entre espejos, El Tiempo rehíla? ¿Mitosis? O. Repetido, y quizás por haber siempre sido el mismo, el nervio de las ardillas deja calvo al moral y se destornilla, dios abajo, con risa ramera. Ya. La revista se repite. De Maimónides a Celan. Vuelve a pasar su hoja noventaitanta y sus tacones despegan a raíz de su adjetivo; y su sustantivo, minado de magenta, queda aburrido, despegado de lo boreal, en espera de un (lenguaje) milagro(so). 

miércoles, 24 de octubre de 2018

Mientras el sol fecunda

Antoni Tapies

Mientras el sol fecunda y el espejo estrecha, la cerveza despeja, y, fricativa en su esencia, como torres de un alfil cerca de un peón, algo trama. Es pura lux. Mas bien una detención en mis manos entre lo caliente y la posible eternidad. O. Lo caliente y las manos de Madre antes de morir. O. Esta lupa hace un momento cuando en el baño saqué mi pene y las aguas sobre las aguas cayeron con la misma insistencia de un ahorcado. 

lunes, 1 de octubre de 2018

La hoja de yerba

Abstraktes Bild (1977) Gerhard Richter


Sobre la hoja de yerba lo opuesto, y la tensión de la cuerda en el reloj se expone. Al encogerse palpita, y, detrás, aparecen los vientos, intensos amores -cierzos tramontanas alisios gregales céfiros- y el indulto con su canana angelical moviéndose, inspirando, desligando sobre los Hombres el misterio de lo nimio. Y al caer de un corte ese lado del mundo, la hoja de yerba se disuelve. Sin más, perfil, filo de un único carbono. 

lunes, 24 de septiembre de 2018

Desnudo


Olympia (1863) Edouard Manet

Desde el píleo a la punta del rojo el somormujo se sumerge. Siento esa  tráquea devolverse contigo. Y. Descender la escalerilla de la saliva y sus espumas de tacón al voltearte (envuelta) en la bañadera como la tortuga de Manet -menos verde y más ombligo. 

viernes, 21 de septiembre de 2018

Confesiones (Dos)

Bed 1987, Miguel Barcelo


El doble filo de espartanas aureolas, fustas gladiadoras, era el orgullo del pueblo. Un día, y siempre hay uno, sobre la tela cutí, una de esas tardes pegajosas, por la ventana la nafta cruda de la furgoneta del pan, volteaban hacia el oeste las golondrinas, y muy por debajo de las sábanas su voz quebrada. Tenía nomás un puño de diario tibio entre las bragas, y dos retos que le colgaban con la misma lástima que el moco de un pavo. Quiso entregar, diluir así -quién sabe- la imagen. Primero aquel secreto y le siguió las hirsutas piernas. Dijo, casi al punto del llanto, Nunca han visto luz. Nadie debió enterarse en el pueblo de las cuatro horas de caricias que una confesión puede precipitar. Pudo, a la sazón una intensa luminosidad, orinarse tres veces de placer.  

jueves, 20 de septiembre de 2018

A la puerta de El Paraíso


Santa Teresa de Avila (Detalle) Bernini

Anti zoófilo, murmurador de bestias, pastor y carnicero, alargada la noche creí estar a la puerta de El Paraíso. Tal vez, traspasé una puerta entre abierta- luces y conjuros de féminas y fugaces imágenes, imaginadas a todo dar. Y pieles dando brincos en los platos rebosantes en una salsa de madre. Por la barriga el pez sabe mejor, alguien siempre advierte en estos casos. Y que, acullá, se confundirá El Todo con los aromas de la perdiz escabechada por Doña Ávila. Y Quién sabe por Quién, uno nunca sabe cuando está a punto de perder la gran oportunidad, tuve un momento de vacilación al apartar, cara de cera, los rizos de su bigotudo convite.

martes, 18 de septiembre de 2018

Yom Kippur




Esputa. Intuye Es puta y contrariado putea. Revuelve el arroz mientras ablanda la contraída lengua. Absorto, desde el sobaco al escroto, las blancuras trituran, y cada grano bulle como persas de bronce hipnotizados. Al rato, no sabe cómo se dice y se dice De las aguas al Sinaí - y hasta él- solo hay un diminuto tramo en los naranjas del perdón. Al carajo con los soliloquios Que todo esto es la ruina de invisibles cables para levantar el Gólgota. Acusa. Y. O. Aparte, se convence, en cuestión de leguas y lenguas – siete veces siete siente el alivio- el fuego no es ningún sacrificio horizontal o vertical para ese pentecostés que acaba de cruzar la frontera. 

sábado, 15 de septiembre de 2018

Carmen Herrera (La línea: cómplice cáscara)


Rojo y negro (1993) Carmen Herrera


Untitled  (2013) Carmen Herrera





1
La línea: cómplice cáscara abre en el llavín las sombras de sus amigas.

2
Los puntos llaman a las cejas: un arco sostiene la nota A en la cola de una yegua B.

3
Hay dos momentos multiplicados o una invalidación en el ojo. Y. O. La línea se tambalea hacia la ceguera.

4
¿Observará el ángulo al color sin dolor alguno o ninguno?

5
Máculas: tras ellas las difidaciones advierten a Blanco y Negro.

6
Si el amarillo Decir ha quedado atrapado en el interior del momento, el resto de la línea sería como cualquier día de la semana. 

7
Quien puede escuchar El Paraíso su vida es la consideración del rombo sobre un cuadrado que persigue al rojo. 

8
Por eso las venas cooperan con el agravamiento de la polarización: otro grave estado en el que se absorben las curvas.

9
Querer o no volar o creer en la escala de una inhumana secuencia que presencia a Dios es parte del trecho antes de llegar al anaranjado. 

10
O igual que los verdes en una plaza que entre Éufrates blancos en una plaza se descubren.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Juliette Gréco (Arrastre y encono)

Juliette Gréco 

 Arrastre y encono. El aire, un súbito negro, jalonea las manos que, al bajar, intentan hasta la cintura esa trama dibujar. Y. Los brazos respiran mientras los dedos se rehacen por sus puntas para colgarse desde afuera, hacia el cuello, y para allí arrebatar. Y. Desde los cóndilos hasta las piernas, desde el revés hasta el cabello, cóncavo estado sexual, por la angulada cadera forcejea esa voz, quiebros de marías cargadas por el invisible burro que maldice a la belleza.

martes, 11 de septiembre de 2018

El interior del momento



I)
El pellizco suma la misma intensidad que el olor concentrado a lavanda. Empuja por dentro de la uña del dedo gordo del pie izquierdo. La lavanda, incolora, por los agujeros donde estaban las aldabas del baño se escurre, emite sus vapores desde el inodoro. Relame, dentro de la concavidad, los ácidos, las proteínas, la condición dentro del óxido que intenta resistir. Y si cuestiono el insistente tirón hacia la punta del hueso, y que en una invisible tracción desea en su ignota presencia dirección, desde afuera llega el incesante taladrar contra una pared. Alguien/Algo insiste con un collar de letras huecas contra La Resistencia de los ladrillos y la mampostería. Y cada una de sus partes, al entrar en el apartamento, se destornilla por el aire, vibrante, inconsciente.

II)
¿Cuál dirección lleva el robot (¿Roomba o Zenón?) redondo que gira en el piso? Acaba de salir de su puerto en la cocina. Un ojo verde pestañea en el mismo eje de su circunferencia. Tropieza y gira. Insiste. Algo desde las vísceras lo empuja. Hace círculos, rectas, circunvala, empuja, absorbe, barre, vuelve, choca, derecha, izquierda. Y cuando menos me lo imagino, se acerca curioso al dedo gordo del pie izquierdo. Lo tantea, le pasa su escobilla, por un instante pule la uña, y aterrado por el tirón de mi dolor, se aleja y regresa de donde vino. 

III)
““He caminado todo el día. Contra un miliario al fin descanso, siento la suavidad del musgo, una alfombra verde, casi refrescante. ¿Extremadura o Castilla? A la sombra 42 grados. Detrás del número del miliario las cigarras han dejado de chillar.” Eso escribí. Y también escribí que de las dehesas brota un olor a corcho. Que, desde el corcho, en una mancha tras otra, se elevan cercas o divisiones tras divisiones, piedras sobre piedras, entre encinares y albaricoques, y que las trepo, y entonces atravieso por el pasto hasta llegar a otra, y vuelvo a trepar, y entonces atravieso por el pasto hasta llegar a otra, sin saber donde estoy. Quizás más tarde agregué: “Desde que partí de Sevilla (15 días) no he visto nube alguna. Temo que en el interior de este momento la nube que está por aparecer sea la misma que vi en Sevilla.”” (Fragmento del diario de un peregrino en La Vía de La Plata,14 de julio del 2003.)

domingo, 9 de septiembre de 2018

Como si se aplastara el mundo



Como si se aplastara el mundo, la lluvia. La funda (gris) tendida en la calle, una tensa y discreta iluminación que los autos hilan. La gente debajo de los paraguas olvida. Y el ruido acomoda, extirpa, y por las paredes enladrilladas de los edificios duele como un miembro, un brazo, un pie, que en su forma reclama el dolor, la sensación del peso, el momento de la velocidad en el paso, su contorno impalpable. 

También espera el moral. Desgajado, y ante octubre, las aguas se aprovechan. Las ramas, oscuras psoriasis, gimotean debajo del ruido de la cortina de un avión que aterrizará sobre un mapa en Newark donde se cruzan las pistas y desaparece la melancolía. 

lunes, 3 de septiembre de 2018

Hildegard von Bingen (Crizanta caldemia)

Iluminaciones de Liber Scivias. Hildegard von Bingen y Volmer

Nublado. Y las 12:15. Después de haber leído en un zigzag, las apariencias se levantaron según la marea de letras se coordinaba; el margen dobló por una esquina equivalente a una imagen, a una yuxtaposición de este Y/O lector, y cuando el hambre se convirtió en protagonista, la lectura se diluyó en intermitencias, episodios que desembocaron en la fijeza del amarillo en un revuelto con ajo y cebolla. 

Pero. Al margen, La Duda. En un trozo, El Tiempo. La curiosidad por la palabra Reliquia envuelta en un imprudente olor a mirra. Inclusive, el éter cuajó parte del hambre y el olor de la carne en el verbo Azar. Puse a un lado la lectura. Y El Internet, devoto al consumo, al círculo intestinal de ácidos, gases, invisibles cuerdas que empujan los molinos, orden impecable de cada órgano en la cavidad peritoneal, llegó, justa presencia, a la pantalla, tal noble caballero (argente) cabalgador de circuitos, navegante de motores, circunvalando el Wi-Fi, hasta desmontarse en la página enamorado: 

Aparece el rostro apretado, ovalado dentro del negro, los rasgos femeninos sobre los blancos del garguero y el hábito. Y a veces una piel que, antes que se descubriese la canela, pudiera haber conocido el sol; sin embargo, puede que le pertenezca dicha patina, se argumenta, a la lenta cocción de las calderas del conocimiento divino, y que, por ello, aparece interpretada en varias pinturas bajo lenguas de un fuego superior que desde ella se elevan. Hildergard von Bingen.
  
La lengua japonesa siempre se ha acercado a lo ignoto. Y sucede que, en el momento de contacto, ante el acto de nombrar, (se) atrapa en el misterio el infinitésimo fragmento equivalente a la inmensidad de lo perdido. Hidelgard von Bingen rumió ante lo mismo. Y tuvo que haber vomitado ante la crizanta caldemia. 

miércoles, 29 de agosto de 2018

Teratología

 
Frau auf Sofa (1967) Gerhard Richter


 Isabel se pone un vestido de franjas anaranjadas, sin mangas. Y un poco más tarde, frente a la ventana que acaban de arreglar, se transforma en una gata. Se encoje en el sillón y hacia el vidrio. Y con las orejas atentas, observa a las ardillas retozar sobre las ramas secas del moral desgajado como si en cualquier momento pudiera librar la distancia del patio en un increíble salto. 

Antes de Isabel interrumpirme la lectura, se asoma La Parálisis. El encuentro del viaje y la latitud de las imágenes se esfuman. Y también, la creación de la grieta por donde se asoman los momentos entre sus arquitecturas, y el fluir cuando la gente en sus paralelos se cruza. Las casas victorianas de Cape May regresan bajo sus frondas, y el incierto rumor de sus ventas, los pasillos decorados con espejos y tributarias flores de florentinos plásticos; aparecen trozos incompletos, paredes descoloridas a pesar de una abundancia de pigmentos, a pesar de los excesos de las sombrillas agitadas por el viento en las playas.

Desde el sillón, Isabel, antes de maullar, se queja de claustrofobia. Intento conversar sobre el mapa aéreo de los grandes ríos. Que al desembocar se convierten en una fruta azul como las ondas del Wi-Fi. Y que el agua es una raíz, un mapa hacia al averno donde el meollo es un tipo de síndrome bancable. Y, sin embargo, me pide un dólar. Necesita salir a tomarse un café.

Aprovecho el silencio. Sigo la lectura. Me atrabanco en lo deforme. ¿Teratología? Desde aquí hasta el refrigerador, dentro de este frasco floto conmigo, despacho la primera cerveza del día. Y cuando regreso a la lectura, el llavín de la puerta. El cuerpo de Isabel se desliza de vuelta por la ranura de la puerta. Y una vez completada la entrada, se enrosca en el cojín del sofá donde tiene una amplia colección de sombreros de cumpleaños- cónicos, rojos y amarillos, añiles, verdes tercos, confetis brillantes, plumas de gallinas lilas. Alineados contra la pared, cabezas imaginarias, en espera de un cumpleaños, suman 14.  

Isabel cierra los ojos y se duerme sobre un libro. Y queda en la miniatura de este espacio el leve ronquido que le devuelve su forma. Prefiero regresar a la lectura. Y descubro que, en el latido, la sangre se riega transparente, y en busca de sentido se parece al moco gelatinoso. 

martes, 21 de agosto de 2018

¿Será que V. S. Naipaul ha muerto?


V. S. Naipaul (1980)

Entre los plátanos de Bryan Park, de golpe, las biznagas malagueñas. Coronas, al deshacerse, orzuelos y nepentes, muslos, pasan en la jornada del verano. 

El calor es otrora punta en este cuadrilátero. Arma un andamio. Embarca la cavidad, amplifica sobre las mesas y sus sillas el pasto de este parque. La única conversación por sus anexos da varias vueltas, y antes de llegar, 

El sol penetra las cinturas. Y. Los cuerpos, única tapia, son el cuarteado óleo de cada gesto que reguarda la indumentaria y se examina en su política y los gorriones. 

¿Será que V. S. Naipaul ha muerto?

Algunos turistas aparentan repicar en los paseos el ruido de las rocallas. Otros, cargan lo sápido de las compras, el blues dedicado a un cabeceo interior. Y con ello, la inatendible búsqueda del YO. Mientras la mayoría, mucho más lejos, en las pantallas de sus teléfonos, encuentran el plasma del revés. O. La verdadera historia,

Perhaps, donde el viaje se entiende cuando un grupo de filipinos se refugia bajo la sombra de la pared norte de la biblioteca de Nueva York para sacarse un selfi.   

lunes, 23 de julio de 2018

El moral ha muerto

Clau 16 (Antoni Tapies)

El moral ha muerto. Las tachuelas de la ventana se han caído de un tirón. Y detrás, el moral, en dos rajado, simula una zancada verde. Y por la entre pierna, allá, el semáforo, el vector blanco de la escuela -prismas y ventanales- se ensimisma. Las jirafas del edificio a dos cuadras, cabecean mientras huyen. Y mucho más cercano, por encima de la cerca, la miopía del oeste amenaza a la destrucción del chiste. ¿Y quién se reirá en una era de afiebradas facecias por un moral que jamás dio fruto? Algunos levantan la cabeza al pasar. O. Tres niños hasídicos caminan en silencio tomados de la mano. O. Los adolescentes gritan histéricos jugando baloncesto en el patio de la escuela. O. Toda esta configuración de figuras en La Lengua se transforma en signos.


jueves, 19 de julio de 2018

Vitela mongana

Lanzerote 6 de Miguel Barcelo

Qué fruye de la vitela mongana. Del útero todavía el olor a sangre, y temblorosa por las ubres su hocico busca del cielo quebrado la fórmula del dios, híper colgante del enjambre el pezón succiona si mano si fortuna puja su hierro y blandura para cuando enfrente al preludio, como miembro o congreso sin desasosiego, en la redondez del plato y en el cuadrilátero de la desmesura que un buen falo cortará. Fundirán las ternuras su llegada al mundo en el arca de No he.

miércoles, 18 de julio de 2018

Matinal

Ingmar Bergman

Hoy. 1- Mónica Vitti al lado de la mar. Barcas, aguas leonadas, velas que se pierden en blanco por donde 1960 era un secreto. 2- Un huevo hervido, a medio explorar, aceite hecho virgen, y en cruz el bálsamo de la sal en su clara advertencia. 3- Isabel tiene en la espalda, según el esqueleto que carga, el Pero de sus cosas, el peso de mi mano, la curva del dolor, y la cama. 4- El perro del vecino no hace otra cosa que ladrar cuando abro la llave del grifo. 5- Amengua el calor. Las hojas en el moral brillan y se mueven detrás de las mismas búsquedas. De frente o detrás de los mismos ladrillos la pereza de una brisa. 6- ¿La mesa de abedul o bodegón? Una mano de guineos, tres peras, y una bocina forrada de tenso gris, reposan sobre el mantel. En la urdimbre del mantel, el Pac-man de Mondrian engulle los tonos verdes, rectángulos y cuadrados, ante mi tacita de Limoges color Luis XV. 7-El perro del vecino no deja de ladrar después que ha oído a mis correos electrónicos escapar dentro de un avión de papel. 8- ¿Será que la retracción que podría ser un poema aterriza en el patio de la vecina que descalza y en chores riega con una manguera verde el cemento? 9- 1966. Alec Guinness y Pacho Alonso. The Quiller Memorandum y María Caracoles. Berlín y Mozambique eran una lectura de colores sin retoque. 10- Debería culpar a Canetti por esta mañana que se mueve de reojo tal crema análoga. 11- Se me olvida el nombre. El de La Nieve. El del actor de cara larga. El del hotel silencioso. El hijo del pastor. Coño, el de las rubias de melifluas tetas. El de las frutillas y el reloj. El de Los Sellos. 12- Isabel, recién levantada, sugiere que el culpable de tanto peso podría ser Bergman.

sábado, 14 de julio de 2018

Aprieta el calor


San Lorenzo Mártir (1636-1639) Francisco de Zurbarán

Aprieta el calor. Sin saber por dónde los hilos se encojen. Ni cómo la libreta roja está ahí abierta, engurruñada piel de endrina, encendida por las letras y tanto manoseo. A menos que giren las hélices del ventilador, el estado del hoy por hoy rota perezoso- entre una palanca y los cuatro deseos de irme al carajo en un decir discursivo, casi hipoxia.

Del lado de mi nadir comparto la soledad de San Lorenzo. Batipuertas. Por si llegara algún vientecillo desde Rutherford dejo abierto el pecho, la cabeza mal cortada. Y antes de jalbegar todo esto y quede sin memoria, hasta el refrigerador llego casi avergonzado. Y se me olvida qué busco. 

Albedo de cidro. El aroma, estos ecos, llegan algodonosos y con 80% de humedad. Es un buen momento. Refrescada la memoria, resisto las esquinas de La Sala y La Biblioteca, entolo en la ventana, el moral, lencerías, aljamías (susurrado solitreo) desde las bocinas que se escurren por las calles, eróticas y vibrantes.