martes, 31 de marzo de 2015

El deseoso (Tempus fugit)

Peatones (1963) Gerhard Richter


Algo se cumple en mí. Remato o copio. Vuelvo y meto, hostigado y sin apetito, un pie de rey cuando pelo la naranja. Espiral. Zumo. En la brillante tarde, igual a un lápiz sin punta, Creo acertar en lo magnífico lo magnificado, la miopía de mis cristales, filo de la cuchilla, perdida en la carnosidad y al pie de la misma curva. Levanta el olor la resina como si un animal soltara su esperma. Y. O. Leve frescor. Y justifico una palabra por otra, justifico mis carencias, mis admoniciones, a la figura de mi padre de espaldas a la vida, imagen embozada, doblando hacia mí por una esquina, bigote perfecto, manos frente a él, embarradas de manteca de cerdo, entonando Del pan de vida comiendo estoy y del manantial bebo alegre hoy….  Adjudico y luego, por si recitar las coplas de Manrique salvara el instante, en voz baja lo repito y corto en dos la naranja.   

viernes, 27 de marzo de 2015

El deseoso (Dado)


Dado que me vio desde la ventanilla del autobús (167) entrar en la cafetería. Dado que al verme hubiera querido bajarse. Dado que el autobús estaba en marcha. Dado que al entrar aguanté la puerta a la mujer con las botas de zorra. Dado que me vio de chaqueta negra, pana, y gorra escocesa. Dado que al girar el cuello tendría que haber visto un rostro (fugaz y dídimo) del archivo de mis rostros. Dado que tuvo que escoger, ese fue al que hubiera saludado. Dado que la hubiera visto, contra mí hubiera aprovechado su brevedad, sus costillas, el momentáneo desquite de su mano. Dado que uno de sus rostros fuera el que ayer estuvo en la vigilia cerca de mi oreja hablando de catar, suponiendo un echappé seguido por dos jeté. Dado que abajo estaría esperándola que como pluma cayera dentro de su propio deseo, e inclinado sobre el plexo de sus latidos, le lamería. Dado que, antes que escapara el momento, me escribió en el teléfono Te acabo de ver entrar en la cafetería y hubiera querido saludarte y decirte cuán cansada estoy. Dado que no vi su mensaje media hora después, supuse no contestarle y quedarme con el incompleto cuerpo que sobre mí – ella- reina e insiste acullá perseguirme. 

lunes, 23 de marzo de 2015

El deseoso (La estatua de José Martí detrás de una cerca en Boulevard East)

 José Martí

El viento tieso. La estatua de José Martí detrás de una cerca en Boulevard East, y de espaldas a Manhattan, se mantiene verde bronce y sin primavera. Las abruptas nubes de lo silencioso al estacionarse en las magnolias, al esperar, duplican su grosor. Aun cuando los perros lo mean el Apóstol nunca se baja. Su bigote sometido a una indispensable mirada se fija en lo de siempre. El tránsito forjado en el peralte por innumerables autos en la avenida. Las mismas casas cuando parecen reptar. Ausente, reverencias y ofensas, a su lado rueda una corona de flores teñidas en el tricolor para un país ficción o una fiesta hawaiana. Cualquier patria es ara, cualquier pétalo cualquier rosa. Los indultos vendrán. Decir, por ejemplo, que padece del momento sorprendido del tiempo aquel o luego la ruina del olvido. O ser o no ser. Y.O. Si preferiría ser querido por busto -y sin lectura- o de cuerpo entero olvidado. Todo es, sin embargo, murmullo, según dicen los que por allí pasan. 

jueves, 19 de marzo de 2015

El deseoso (Primavera)


La primavera llegará a las 6 y 45 pe eme este viernes vaticinado de nieves. Quiero que me encuentre mirando el mismo sitio, por la misma ventana, por encima de las cabezas de los mismos amigos, desde dónde me he sentado todo el invierno. Estoy dispuesto a tener al lado derecho de la sien. O.Y. La mano, una cerveza similar. Los autos pasarán. Algunos pararán en la gasolinera. El autobús (168) que tomaría, pasará alrededor de las 6 y 27. Quizás pare ante el mismo sitio que he observado todo el invierno y dónde algún verde ya batalla los elementos. No montaré. A las 6 y 45 levantaré la pinta del bar de Andy’s sin complicadas propuestas. Brindaré por la primavera. Simplemente. En compañía. El ruido de siempre. Copas y vasos, banquetas, conversaciones, risas. Masticaré mi cecina de res. Especias, sales, condimentos, proteínas, un poco de la muerte de este invierno. Es un deseo. Estar allí a las 6 y 45 pe eme hora estándar del este. 

miércoles, 18 de marzo de 2015

El deseoso (Pringa la mano de K.)


Pringa. Igual que el rabino al cruzar la avenida en verde. Un tránsito de insectos revividos en la calidez de la descomposición. Exactamente en el campanazo del reloj envejecido en cualquier sala de estar. Un estado de succión por los aires o una vena que acaba abultándose para siempre. O. Y. El mal paso de un pichón al caer desde el nido. Allí el gato en una cuerda. Su rabo dos precisas torceduras. Es un instante. La foto en el marco, cristal rajado sobre el ojo de un hombre se extiende en una mágica ceja. Será aquel continuo deshacer de la saliva en los geriátricos? El puré cuando puré y luego bolo alimenticio. Y el ceder de los esfínteres. El vago ruido al descender las aguas desde los techos, filtrándose por la cal y las puntas escondidas entre clavos y tornillos. En un sabroso devenir cuando se gira el cuerpo entre las sábanas y se escapa. Por los andamios. Por el plexo en la bailarina. Como sueño con azufaifos. Y la sombra se convierte en la verdad de una mano que toca. 

viernes, 13 de marzo de 2015

El deseoso (Idus de marzo)

Brautpaar (blau) 1966, Gerhard Richter

Después del primer Martini dos albóndigas, y las venas de la espinaca, como las suyas, irrigadas de verdes, me dan envidia. Y atraco, sin más, con los adioses indiscutibles, diluidos, a pesar de estas banquetas. Aunque me duela el culo. Y no le informe de las hemorroides inflamadas. De esta impertinente psoriasis en las bolas. No es que me rasco- ahí- por exceso de ginebra. Me pica el avispero al arrimarse ojerosa. Falda apretada en los 20 kilos que ha cuidadosamente almacenado. No digo nada. Y qué iría a decir. Me cuento un sinfín de quejas. Y cuando cambia de posición me asalta lo de siempre. La Parálisis. La Verruga. La Ecnesia. La Capa Dengue. El Pitoplasma. El Mosquero. Y al final, donde parece que la luz parece ser luz en la última aceituna, el moral del patio. Lo cuento. Cuento las interminables veces del moral en la ventana. La dosificada fiera en el vino tinto esperando las frutas arribar a la lengua. Y lo otro. El fichero de palabras colgadas con los alfileres extraviados hace meses. El falso del pantalón que prometió arreglarme el invierno pasado para que me lo pusiera hoy, idus de marzo, nuestro aniversario. El día aquel cuando la besé y se desmayó hermosa y no supe como levantarla del piso. Pero como le iba a decir: me preocupa su gordura. La caída del cabello. Las cajas de cigarrillo barato que fuma a escondidas cuando voy al  trabajo. Ese inexplicable apetito por el llanto y los flanes. 

jueves, 12 de marzo de 2015

El deseoso (Menú del día)


Dudo un instante si la psoriasis regresa en mis groserías, milanesas en la corbata carmín que se levanta en los chipojos a la hora de la siesta. Trasto sobre la cama me doy de espaldas contra las ollas, allí desnudo, de un sueño más amplio que los elefantes que corren en la sabana del edredón. Sumergido. Bálsamo. Entra por las ranuras de las ventanas el redondo pueblo del moral del patio. Acústicas y cuerdas en sus ramas. Sobre todo, se han metido los círculos de la primera mosca anticipando la primavera. Y a parar va, sin disimulo, donde la piel se revienta entre pruritos, podrida en un número de diminutas hostias. Se frota allí las delanteras. Dos periplos y a la pared. Hasta que abre la puerta Isabel. Y al desnudo verme sobre los elefantes en estampida, levemente se encarama en uno de ellos, y en suave mordida en la oreja (derecha) me porfía el menú de hoy: Tío Pepe, ensalada de berro y milanesa. 

miércoles, 11 de marzo de 2015

El deseoso (Bordados)

8.1.1984 (2) Gerhard Richter

Aparécele por risa un lagarto, un momentillo azucenado, dos cargamentos en las comisuras abriéndose en rojos pespuntes, casi lengua, casi esmalte entre el ruido de un serrucho y el olor a marañón tostado, sin escasez, apenas ácido, luz discreta y dominante, por lo que hubo (en) un gesto al bajar la vista sobre la tensión del bastidor, la ceguera en el dedal, la torpe intimidad propuesta por el mantel de la mesa, en corpiños, detalles, flores de agujeros, cigarras y una mariposa quebrada en el medio de un jarrón sin aza, corta de vuelo, igual que una niña enrojecida por la viruela, a un lado tosiendo, y el anhelo (da igual): si hoy martes habrá café con leche, pan, aceite y sal, y si madre le embalsamará los cabellos con claras aunque el caballito contra la pared le parezca adusto, perplejo, y su crin congelada.  

lunes, 9 de marzo de 2015

El deseoso (Digestiva)


Y pincho. Pincho las setas, el escarole trozado, las lajas de manchego. Y ya fuera, vuelvo sobre el hielo a pinchar. Los juegos transparentes en los resbalones de estas botas, las ruedas enojadas. Un silbido hacia arriba, y me pillan en el arcén de otra estación. Paso, dos soliloquios, frente a un viejo con un terrier que mea la nieve. Y a tres varas mido, cuando el perro me ha mirado, a una mujer y, en la brisa, la espiral de su tabaco. A cuatro cuadras un auto y el brillo en un instante me alcanzan. Me lo explico en un color (aturdimiento) igual que decir sargazo por tortuga. O. Y. Este desvanecido placer de estar del lado de acá. Porque cuando justo estoy frente a mí aparece Manhattan- y a dos kilómetros siempre mis miserias se reparten dentro de cualquier ausencia. Todo es simple corriente. En el posible parto de varios versos, coagulado El Hudson, paso en las miradas. Me reviso las blancuras, palpo, entre los caninos con el palillo los restos del almuerzo.