lunes, 28 de febrero de 2011

Cape May en febrero

28 de febrero y 2011

Cape May. Desde la banqueta del bar el mundo es un dos de copas. El cielo es poco. Todo el día parece haberse buscado una nube; y sin embargo, lo único que sucede es una lámina de luz que se alimenta hacia otro lado. El mar se conforma con ser un trozo cuando giro a mirarlo. Quiero decir que, desde la banqueta, se anima a ser una franja como en un suéter. ¿Cobalto? Es un color que cambia cada vez que miro el ámbar de la cerveza. No hay espumas en esta cerveza (Flying Dog IPA). La chica que me sirve tiene una mariposa verde. Se le mueve cuando se inclina contra el bar. Digo, la mariposa reposa en la curva terminal de su espalda. No parece sentirla. Y tampoco hay espuma en el mar. El viento sopla contrario. Hacia acullá. Las dunas dominan con su casquete de hierbas y arbustos enrarecidos. Más mundo y menos mar. Y que me libre del cielo. Como en las películas de Disney, la mariposa se me posa en la mano y abre sus alas lentamente. Una. Dos veces. Es curioso lo barato que salen las cervezas en el invierno. Le comento a la chica.

Me aturde el silencio. Las calles de Cape May están dominadas por una serie de casas veraniegas de colores vibrantes y fachadas donde no faltan los corredores con sus barandas acogedoras. Mecedoras al fresco. Perfectas. Monumentos de otro tiempo. El óxido, en permanente alevosía con el salitre, asoma en las maderas. Y para eso se necesita silencio. Que las cosas estén en su sitio. El deterioro necesita paz. Febrero.

Cruzo una calle. ¿Las casas hasta el fondo de la calle son una repetición fractal que se encarama, veloz, por la lámina de luz que ha tirado el cielo? Qué error. ¿Quién podrá vivir aquí? Es muy difícil concentrarse en un sitio hecho de cartulinas.

Cruzo otra calle. Lo inesperado. La casa es verde. Tiene 6 escalones en frente. En el segundo escalón, orden descendiente, hay un placa de bronce. Me acerco. Subo. La toco. Leo. “On this site in 1897 nothing happened”

jueves, 24 de febrero de 2011

viernes, 18 de febrero de 2011

Marranas 17

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Es una esquina donde no hay una esquina. Pero todos vamos allí a beber.
Al lugar le ponemos un nombre para mejor interpretar su metáfora.


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Yo y yo, fueron a ser. Y cuando llegaron a estar, nos bajamos
Para subir las entrañas de Osiris. Más o menos ese fue el sueño.


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Gambitos que dieron en las blancas tanto trabajo
Que los pescadores pararon el tráfico para aplaudir.


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Una aureola boreal me pasa por la frente. Es la menta
Recién cortada a la que pongo un sentido de levedad.


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La medusa irrumpe entre las casualidades de la playa.
Fue de mañana cuando se arrojó sobre una jeringa.


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El peso del mar se pierde en la tormenta. Afloja
Su cabello el marinero. Aprieta la peineta de su esposa.


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Traspasan las agujas de un tiempo indeleble. Azar.
Una templanza para el cartabón es una exigencia.


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Se van muriendo los escritores que fueron el temblor
De la cabecera. Lo que se necesita es una cama nueva.


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Mora, almendra en los poros, le puso un nombre
Contra el viento. Tenía entre las varices una por reventar.

jueves, 17 de febrero de 2011

El huevito del BlackBerry

17 de febrero y 2011

Una amiga me escribe agua de gardenia. Que flota toda una tarde. Hay, inmiscuido en ello, una bañadera de estaño. Su cansancio parecido a la eternidad. Que en dos semanas, si la paciencia se lo permite, dormirá una mañana y tendrá frente a ella una bandeja con dos huevos fritos. Pan con ajo y aceite de oliva. A un lado. Debajo de la almohada, los poemas de Gastón Baquero.

(BlackBerry): querida: Agua de gardenia. Agua para juncos. De esas aguas alguna vez bebí. Anoche soñé que me ahogaba. Me levanté con tinnitus. La paciencia de un ratón me despertó. Roía el borde de la tapa del recipiente de plástico donde tengo mi mozzarella con aceite de oliva. Los ratones continúan entrando y saliendo del diario intermitente ¿Por qué me gusta Baquero?

Aprieto el huevito del BlackBerry.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Amalarico (526-531)

Si bien el cortinaje (purpúreo) donde reposa la hace flotar,
Teme, que al caer la noche, la convoque con su fétido aliento
A confesar numéricos y estrictos pasajes, y, al oído, le ponga
Ese martillo arriano, un cuerpo sangrado y viejos clavos.

Cierra los ojos. La mano huesuda, terror, ha entrado en el corpiño.
Tras un escalofrío los abre para no llorar.

Por ahí, el rey comienza a amansar. Amaralico piensa en la bestia
Que en ella mordisquea sus tentaciones. Muy bella, demasiada Clotilde,
Y equivocada católica.
Por provocadora y mentirosa le recita, impaciente y socarrón,
Los versículos. Y ella se los repite mientras su rey le toca lo que le toca.

Ella ha puesto la vista en la lucerna. Flaquea la llama. A un lado, el mango ofidio,
Dobles cuerpos entretejidos la enlazan a la pared. ¿Y si le pidiera a su rey que le Alcanzara la peineta? Siente ahogarse. Es igual que la ceguera.
La alcoba, una araña congelada, se le ha metido en la boca.

La escena, en realidad, es otra. Las sombras se han levantado en un teatro de la furia.
En la pared dos masas negras. Y por encima, atacan dos serpientes, repetidas veces, la Cabeza y el cuerpo, ya inerme, de Clotilde.

martes, 15 de febrero de 2011

El carcaj cargado

15 de febrero y el 2011

Ya. Filo o contacto. Esta vez al borde de una losa portuguesa. Un estado de gracia. Esto también lo pueden pintar de rojo. Y darle forma de corazón. (No estoy seguro por qué un corazón. ¿Qué pasa con el estómago? Trate de vivir con el estómago jodido y ya verá.) O. Y. Poner a los gorditos de óleos, trepados en algún tejado del mimo o en un gajo de la petulancia, con el carcaj cargado. Y si fuera por mí, los bajaba a pedradas. Para que no jodan.

Después del arrebato de rojos de ayer, el residuo es una punzada en el medio del estómago. Un centelleo de alas me traspasa pensando que es una flecha. Algo parecido. Una vez más, me amarro el silencio como una horca. O. ¿Será el ombligo de mi madre que jalonea?

Espérate. Al borde de este día como en un restaurante con diez hombres que tienen la vista clavada en sus platos. Y tal vez tengan esos platos un color importante y no lo percibo.

Estoy seguro que le sigue nexium con una copa de tinto. También voy a poner el Danzón Número 2 de Arturo Márquez.

lunes, 14 de febrero de 2011

domingo, 13 de febrero de 2011

Curva de jacarandá

13 de febrero y 2011

Amanecer en una curva de jacarandá. Un racimo vertiginoso de lo incontable, la piel agujereada. Este leopardo me está reemplazando hace 20 años. O. ¿Será una lepra de visión interna? No. Amanezco sin esa lepra. Es otra cosa que se sugiere y no sé cómo definirlo.

Tan pronto miro por la ventana algo falta. Los carámbanos. No hay nubes pero el cielo está blanco.

Eso es. El blanco se ha ido expandiendo y ahora es una realidad inabordable. Lo que queda es margen. Aquí frente a la ventana. El margen de esta hoja. El frío que me ha aumentado los poros.

Por una incisión de la persiana se me filtra una escena casi olvidada de El tirant lo blanc. Algunos argumentos se mezclan del por qué no puedo tirar las cariofilinas (jarrón violáceo) que tengo secas desde diciembre del 2009. Lo otro que aparece es la sensación de un camino donde la polvareda es talco.

Cuando paso junto al colchón, en las sábanas, una conversación se apaga junto a un cuerpo de esos, largo, de Modigliani. Axilas hirsutas. La cuenca impenetrable de sus ojos.

Lo voy a tener en cuenta. Si logro darle un poco más de forma al camino donde la polvareda es talco, a la derecha, por donde desaparecería, le voy a colocar un jacarandá. Y tal vez diga que un leopardo esta subiéndolo.

Marranas 16

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Dejo el grifo que riña con el agua. Prefiero, en la concavidad
Del golpe, la paciencia entre la estalactita y la cagadita.


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El doblez está más cerca de la vanidad que la sencilla razón
Por la que siempre me redoblo en mis errores. Perdón, vomito.


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Isósceles y todo y he tropezado con una condición donde
El encierro le duele por todas las costillas a Diógenes.


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La tendencia de poner la cerveza en el calculado círculo
Por donde entraría el toro. Hasta en eso hay que cuidarse de las querencias.


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En el delta hay una orilla donde el sol despliega la belleza.
Hay un plato de estructuras que no he descubierto en las aguas.


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Truculentos, masivos, los empalmes del ébano. Una estructura
Tras otra. Discurre el olor de la vieja magia.


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Grampas. Y de lo atado, me abstengo a decidir el metal
De mi abstinencias. El pálpito como un jabón despumado.


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Digo menos cuando considero que todo lo que dijeron
Es lo mismo que yo podría haber dicho “en otras circunstancias”.


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Y sobre todo fue cuando la ráfaga del trigo le recordó una melena.
Un león se había escapado de la jaula en aquella tarde de junio.

viernes, 11 de febrero de 2011

jueves, 10 de febrero de 2011

El chipojo supera la memoria

10 de febrero y 2011


Quiero empezar hoy con la palabra algo, pero después no me sale nada. Estoy pensando en érase que era porque, a continuación, hay todo un relato en el imperfecto al que no puedo suscribirme en este instante. ¿Algo? Si fuera necesario que a algo le siguiera algo, esto que escribo es lo que le sigue. Y si tampoco dice nada, ¿por qué insisto continuar?

Voy a empezar por después. El pasado es mucho más fácil. Al menos, me sirve para arrastrarme por sus vericuetos. Es obvio que después tampoco tiene que ver con el pasado. Es como yo quiera. Bien.

Después, abrí (esta mañana) la cortina. Salió de las amapolas de la cortina del baño el fruncido olor de sus pistilos, el rojo intenso del pañuelo de un chipojo cabeceando. Algo así. El rumor que hace el chipojo huyendo por las hojas secas. O. Y. Más cerquita. El rabo se contrae en espasmódicos revuelcos después que se lo he cortado.

El chipojo supera la memoria con su rabo amputado. (El ritual) El coño de tu madre El coño de tu madre El coño de tu madre. Importante para que se renueve la vida. Para que regresen los rabos perdidos del mundo ¿Los rabos perdidos del mundo? Para que no quedes bizco.

También quiero empezar a decir que si me quedara aquí, mirándome en el espejo del baño, sería peor. Peor. Porque regresar al patio de la casa (que es lo que más quiero hoy) (ayer también, pero el agua caliente se acababa) ahora ya es imposible.

Tengo que afeitarme y temo que eso tiene otro lado de filos e incertidumbres.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Las amapolas de la cortina del baño

9 de febrero y 2011

El mareo. Un torrente. ¿El torrente de lo que oigo o lo que pienso ver? Bajo la ducha, el agua no cae como afuera. Por lo menos, no es el mismo ruido. La lluvia lo expande todo afuera y lo contrae todo adentro. La ducha es una maldita regadera que me esfuma entre sus gotas.

Regreso, por las amapolas de la cortina de la ducha, a la sala de mi casa. La casa.

Pongo, en el piso, la cara contra la cruz que divide a cuatro mosaicos. La poca frialdad de la tarde se ha acumulado aquí. Y los pasos de mi madre ruedan como un tren lejano que se viene acercando. Cierro los ojos. ¿Será que se acerca por la calle la máquina del vecino Osvaldo?

Después que pasa la máquina, en segunda, le sigue un leve tintineo sobre el techo de zinc. ¿Ha comenzado a llover o es esta maldita ducha que me vuelve a escupir?

Donde yo quiero regresar es al patio. En el patio donde está la amapola cargada de rojo. Allí, al lado del muro de ladrillos. Esa muralla china. Y llegar hasta la higuereta y mirar hacia arriba. Simplemente hacia arriba. Y allá, un cielo azulísimo entre las hojas. Eso es lo que quiero aunque no sé qué hacer con ello.

Niño, levántate de ahí. No pongas la cara en el piso. Afuera, la tarde vuelve dilatada por la luz, se abren las puertas ante las sombras de la gente que pasa. La sala se achica. Mi madre se pierde por la puerta de su alcoba.

Si quiero regresar al patio puedo esperar más (otra media hora) (bajo la ducha). O. Quedarme con el rostro contra los mosaicos de la sala.

Creo que hoy no va a suceder. Tal vez sea más prudente cerrar la llave de la ducha antes que se acabe el agua caliente.

lunes, 7 de febrero de 2011

En el Café La Bruma

7 de febrero y 2011

Este lunes está azul. Ella lo dice porque tiene un suéter rosado. Con un sorbeto en la boca dice que le falta un cojonal de películas por ver. Lo oigo, desde el otro lado de otra mesa, con una cobertura a la que le pongo poco interés. Hasta que habla de un hombre que se amputa la pierna para sobrevivir.

La otra mujer no quiere ver la ropa interior de nadie. Le da miedo. Le pone, con grados de fuerza, una descripción a la guinga y a la franela. Se ha creado un país lleno de enanos y gigantes, paquetes y ortigas que le suben por el sonrosado del cuello.

Todos quieren ver a Biutiful. ¿Quieren verse? Es una perra recién bautizada. Dicen. Y van bajando la voz porque las miro fijo. Les preguntaría de qué color es la perra. Y no es así. Lo que explica, otra vez la mujer de rosado, es una verdad que se refugia en lo que ella quiere ignorar. Hace un gesto de fe. Y vuelve a decir Biutiful con voz de parachoques.

La neurosis dice que yo mismo me aburro. Hablar un poco. Yo le dije. Yo le dije. Yo le dije. Quizás necesito juntarme con una unidad que comience como un pronombre directo y se mueva como una pareja enamorada. Un robot. No. Un robot. No. Algo que tenga lucecitas.

domingo, 6 de febrero de 2011

sábado, 5 de febrero de 2011

Marranas 15

#
Una salida para dar paso a la vida
Sin que tenga que oír las bisagras de la puerta.


#
Se cayó de la góndola el gondolero. La pareja presente
Pasó de amantes pasajeros a un estado de náufragos.


#
La edad para ser reptil ya me pasó. Ahora me queda
La lentitud para arrastrarme por la memoria.


#
La gente espera su turno con la condición que
Después que los llamen no tengan que duplicarse.


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Cuando se hunde la décima (la del olvido) acontece
Que lo primordial era el latido fractal.


#
La delicia se contiene ante la risa. Se aprende a sobrevivir
Con un lenguaje que no aborda, y sobre todo, se niega a definir.


#
Las palabras afilan su deber para abrirse paso en el olvido.
Me permite pensar que entro en duelo con mis diccionarios.


#
El monstruo sale por la mañana y guarda
Su cola en mi barbería.

viernes, 4 de febrero de 2011

jueves, 3 de febrero de 2011

Comienzo del nuevo año del calendario chino (La Liebre)

3 de febrero y 2011

Entra y sale. Entra y sale. Sale del charco el ojo de una vaca. Quiero decir. De la nieve que se derrite. De este charco de babas frías.

Mi abuelo se inclina blanco (color de la ira) sobre la cabeza de la vaca (color Narciso). Quién se atreve a decirle algo a este hombre.

Vaca y ternero, al matadero. De dónde ha salido el ternero. Ya la vaca lo ha adivinado. Y no hay grito ni empujón que la mueva hasta el charco del lado de allá del semáforo. Nada. Se queda aquí. Firme. Frente a la parada del autobús. En el charco.

Mi abuelo le ha roto el rabo a la vaca. Se le mueve ese buñuelo. Una hélice torcida. Las moscas no respetan. Se le posan en el infeliz ano, en la vulva verde y expuesta. Nada. Se queda aquí. Firme. Frente a la parada de autobús. En el charco.

Me alegro que el 167, cogote cuadrado, se aproxima. Palpo el pase mensual en el bolsillo. Encincho la mochila. No tengo dudas que tengo que saltar.

El autobús se detiene a espaldas de mi abuelo. Antes de saltar por encima del ternero, la vaca y mi abuelo, quien saca su machete y amenaza a la vaca con cortarle el cuello al ternero, cierro los ojos. Salto. Salto por encima del charco y caigo en el primer escalón del 167.

Esta vez no me he mojado los pies. Buen comienzo para este nuevo año del calendario chino.

Me acomodo contra la ventanilla. Tengo unas ganas increíbles de dormir.

martes, 1 de febrero de 2011

Marranas 14

#
Y tener que correr todos estos campos detrás de placentas
Y fechas para tener derecho al reino animal.


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Me lo dijo después que me golpeara.
Sana culito de rana.


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Si la luz parece retroceder, dónde pondré
Esta mañana en la que padezco ecmnesia.


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Exhaustos y sucios, oh quesos y triángulos,
Se reúnen los titanes, ebrios, en la ribera de El Duero.


#
En Haití, la gente va a lavarse las manos para arrancarse
El polietileno que soñó un día le salvaría.


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Botas blancas en vez del gato que se quita el sueño.
Era un sueño al revés. Eran uñas afiladas de blanco.


#
Desprendida la nieve del frío. Se me aparece una tos
A la que le pongo unas gotas de azul de metileno.


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Gracias a la entrada del súcubo del Conde Orgaz,
Nos llega la primera visión de la vagina celestial.


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El médico me dice que todo bien. Después me meten
Una jeringa y tres recetas. Y todo bien. Ya verá.