jueves, 10 de febrero de 2011

El chipojo supera la memoria

10 de febrero y 2011


Quiero empezar hoy con la palabra algo, pero después no me sale nada. Estoy pensando en érase que era porque, a continuación, hay todo un relato en el imperfecto al que no puedo suscribirme en este instante. ¿Algo? Si fuera necesario que a algo le siguiera algo, esto que escribo es lo que le sigue. Y si tampoco dice nada, ¿por qué insisto continuar?

Voy a empezar por después. El pasado es mucho más fácil. Al menos, me sirve para arrastrarme por sus vericuetos. Es obvio que después tampoco tiene que ver con el pasado. Es como yo quiera. Bien.

Después, abrí (esta mañana) la cortina. Salió de las amapolas de la cortina del baño el fruncido olor de sus pistilos, el rojo intenso del pañuelo de un chipojo cabeceando. Algo así. El rumor que hace el chipojo huyendo por las hojas secas. O. Y. Más cerquita. El rabo se contrae en espasmódicos revuelcos después que se lo he cortado.

El chipojo supera la memoria con su rabo amputado. (El ritual) El coño de tu madre El coño de tu madre El coño de tu madre. Importante para que se renueve la vida. Para que regresen los rabos perdidos del mundo ¿Los rabos perdidos del mundo? Para que no quedes bizco.

También quiero empezar a decir que si me quedara aquí, mirándome en el espejo del baño, sería peor. Peor. Porque regresar al patio de la casa (que es lo que más quiero hoy) (ayer también, pero el agua caliente se acababa) ahora ya es imposible.

Tengo que afeitarme y temo que eso tiene otro lado de filos e incertidumbres.

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