viernes, 21 de septiembre de 2018

Confesiones (Dos)

Bed 1987, Miguel Barcelo


El doble filo de espartanas aureolas, fustas gladiadoras, era el orgullo del pueblo. Un día, y siempre hay uno, sobre la tela cutí, una de esas tardes pegajosas, por la ventana la nafta cruda de la furgoneta del pan, volteaban hacia el oeste las golondrinas, y muy por debajo de las sábanas su voz quebrada. Tenía nomás un puño de diario tibio entre las bragas, y dos retos que le colgaban con la misma lástima que el moco de un pavo. Quiso entregar, diluir así -quién sabe- la imagen. Primero aquel secreto y le siguió las hirsutas piernas. Dijo, casi al punto del llanto, Nunca han visto luz. Nadie debió enterarse en el pueblo de las cuatro horas de caricias que una confesión puede precipitar. Pudo, a la sazón una intensa luminosidad, orinarse tres veces de placer.  

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