lunes, 29 de septiembre de 2014

El rictus del paraguas


Weinernte, Gerhard Richter (1968)

Como mínimo, espuma. Le explico a Isabel. El rictus del paraguas. Cuando entre señas se guiñan los cuerpos al sometimiento de lo voraz. El flujo: esto- le recuerdo la falsa inclinación de la garúa: la carretera y los carteles, sus armaduras vertebradas en cuadrángulos y verdes, las riñas de las curvas  (y empero su codo que descansa) delante de los olmos por desnudarse, y ese incierto aluminio, color que invade y doblega, creo vuelve a gotear en la flacura del viento en un muslo eléctrico, chicharra reventada, así en la corteza, de estas cosas tan cercanas. Y su mano, me acerca. Dobla el cuello, y mira, decidida, para ver que acaba de pasar.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Oración de trocado zumo vespertino en su barroco




Luis de Gongora, Picasso (1948)

Si alguna vez así millón Quevedo millar Andrés de Uztarroz la sierpe -yugulares y la tensa sístole de juglar. Perdón a quien asoma. Igual que todos los pixeles, gritados con su rima, hormona de zapatos y gran juanete en torno al principio pregón, me acerco con la vela en la mano a ese verso sobre la pantalla en gris. Oh, zumos. Por las barbas de Satán, que allí su simetría de ambulante tigre mis uñas recorte ahora que husmeo- dos Y. O. tres- las iniquidades de estos hijoeputas poetas a fin que acusados naveguen, mismísimos naos, al otro modo del mapa inmundi de Tuculo, Góngora.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Sugar Daddy

Retrato de Andre Darain, Balthus (1936)

Ya no creo, Bien, sacarte de paseo y mirarte el soslayo de tu última pirueta. Cuando la saco antes que a ti, se pone los estiletes que compró en el baratillo y sé que no lo hace para chingarme. Y los vecinos, todos, incluyendo al carnicero, 77, sus pantorrillas imaginamos en delicada sopa. El vapor sobre nuestros ojos, acuoso el moquero andando y de retina a neuronas, andando -retroceden las hambres- lejana memoria en la cuchara, a una puerta donde llegamos sin venirnos. Así, calladitos, de vuelta, Bien, prefiero a las vidrieras llegar para en ellas mirarnos en algún antojo. Ella se mirará de arriba abajo, hasta los tacones, como si quisiera amarse ahí mismito con su doble y producir alguna intensidad parabólica. Yo seré el transparente de siempre. (Y) apunto, si lo ves mejor, el familiar etcétera de sus panes de cada día, las cosas que tolero: el total silencio en las cenas, sus ronquidos de Paxil, cuando orina con la puerta abierta, su aliento de chicle: a condición que nuestros cuerpos, Bien, apliquen el debido aflojo en este mundo de guerras y nos ate un acto benefactor.

viernes, 26 de septiembre de 2014

ENCHUFO


Therese Dreaming, Balthus (1938)


¿Qué no a la sedancia, me crespo y sulfuro, aun si arriesgo mi tiempo, en esto, la puta sotana de mi verdad? ENCHUFO, me chiflo, en sí, cada vez que el dedo pongo entre estas llagas poéticas. Cada vez. Las nimias. Otro trago de vino para la falta de vergüenza y cuánticos –dulces- plagios. Atraco, como siempre, en dos, tres, ya demasiadas lecturas. Y al complejo estado de gato, que me entrecoma, vuelvo diamantino, agarroso, a mis Diógenes grotescos y panzudos, al punto grieta del moral en el patio. Ya basta, me digo, de escribir estas mismas mierdas. Y sin embargo.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Látex



Dentro de lo suyo, el látex. Aceitadas sus penínsulas, como marañones, su acidez aprieta. La floja sepia puesta de nada vale. De nada vale que apriete. Y tampoco. El olor a caimán, al regreso de los reyes magos, los ojos desorbitados sobre las muñecas- decapitadas, parapléjicas- a montones en el rincón. O. Y. El fondo de los baúles. Una orbita de algunas líneas se entretejen, cuántas veces, con la manufacturada caricia de una mano, un piececillo que en su camino atrapa, en el estambre, la admiración de una madre. Algo allí nace. Huye. De sus propios químicos crece su fijación cracitante, el retoque de los labios en el neceser –aromas, creyón, carmín- igual que un cuello de una pareja de gansos que entrelaza por vida la búsqueda en la asfixia. Algo así, que tanto imita, requiere morir con un cuerpo.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

El ombligo de su gato






Fue tocando tetas hasta el ombligo de su gato. El resto tuvo dos partes para el olvido. Uno más uno hacia la portañuela de la mar. Y casi al despertar, por el Ganges, bajaban cuerpos envueltos en telas. A la fosa, gorda, palangana, a mitad llena, micción clara, la antepenúltima gota desde el confín de la noche, y si descendía(n), a pesar de la gravedad, iba entre palabras in vitro -en irreversible letargo trepaba un chipojo la pared- tocando totos hasta el ombligo de su gato.