sábado, 25 de enero de 2014

Truco

Abstraktes Bild (1990) Gerhard Richter


De un golpe a otro la espalda oferta, piel, granos, urgente postura, la turquesa medular. Si aparto el pecho encojo el lago al frasco del estómago, su tomatera, ácimos panes, prefiero voltearme, y meterme secreto, umami. En todo caso, rostro contra la almohada, alargo el brazo para cerciorar si las yemas arriban a ti, fritos bordes tus ojos, si otra vez te has ido al sofá con tus lanas, ajustes el peso negro en las ojeras de tu muerto, para que la casa, excipiente, en el corazón se albergue en esta materia, algodones y Martha Stewart, peso suave, líneas rojas, amputadas, desagüe al borde de los cazos como la guinga en el vestido de mi hermana a sus siete;

y opuestos, dos momentos vuelven a ser, grafito o nitrato de plata, entregas, las piernas en un camino incierto, la pisada en blanco. Insistes que ese truco vive en las tardes de siesta. Sostienes. Por donde coló lo otro un titán de astillas según las cortinas dejan que entren los ladrillos en la pared del patio. Es una dulce y trivial aparición. Aludes. Aparezco con mi cabeza en tu hombro.  

miércoles, 22 de enero de 2014

Nieve (1, 2)

Edipo y La Esfinge (1864) Gustave Moreau

1

Anoche flotó la nieve, padre. Y no se atrevió hasta esta mañana a descansar en los techos. Todavía creo en esos abruptos momentos de la suspensión. Ya me conoces- témpera- monocromático, insoportables acúfenos. Y cuando apareció la luz, recordé el zarzo que alguna vez quemé una noche hasta perder los dedos. Y cuando no aguantaba más, Corinto se alzó frente a mis ojos -enalbado en mierda de aves- y, contra los inmemoriales muros, a una mujer le sacaban fotos como a Mónica Vitti. Y cómo no contártelo todo. Tú, ciego a las visiones, me pasaste, babélico, un caramelo de menta.

2

Las latas brillan, madre. Se parecen en algo a la nieve. Las abres y siempre te queda en redondel esa sierra. Luego, el vacío adentro. Las sobras. El poco olor queda en el aire hasta que se tira en la basura los restos. Y afuera, como hoy, en polvos la sierra corta los acomodos, justo el mundo en su lugar, en añicos de olvidos la nieve. Tus años y los míos. Incurre mi dolor, fáustico, femenino- te mueves (en) este gesto inútil (por) aquella cocina igual que tu madre, mi abuela Margarita Durán.

martes, 21 de enero de 2014

Reproches


Bildnis Heiner Friedrich (1964) Gerhard Richter

Reproches. Si tuviera un viernes para entregar lo entregaba al café. Cruzaría las piernas. La mosca que desciende por el borde de la caja de pañuelitos se espanta y los edificios se borran glaucos y grises. La mano estira con recién estrenado auguro. Pellejo blanco donde había un callo. Donde escarbó toda la noche con un lápiz sobre la libreta. Del ligero dolor ligero placer- y lo extiende. Le parece un cable. Foráneo. Al apuntar, visualiza por ese espacio lo que habría que ver y atravesar. Levantaría la cabeza para escuchar o ver las ardillas entre las ramas retozar. O. Cerraría los ojos para ver las ardillas entre las ramas retozar. Líquido. Con los brazos en algún lado que no sea de donde cuelgan. Otra sensación. Líquido. En la lengua la rugosidad picante de una ventosa de berros. 

lunes, 20 de enero de 2014

Asomos y brotes

Hande (1963) Gerhard Richter


Agrada saber que asomos y brotes pasan de mis manos al verde- machacado- de la menta. Usurpa entre dientes, grávidos, el aroma, contendiente sensualidad. El labio superior, un botox perfecto, liquidez si se quiere. Una insistencia casi teórica para arrancarnos de los asientos y enviarnos a chingar con las protistas. Enjuagar otra vez con esas aguas los lejanos puertos de los griegos y sus cíclopes brutos. Y llegar, como lo hiciera Jonás, por justos regurgites (eucariontes) al arrepentimiento. Ya. Veamos. Por el lado de las venas entregadas al fluir, doblegadas al arrebato de la dermis en rosetas -vergüenza- como supondría una zagala al ver su primer pene en una fragua. Cómo se puede comparar esa consistencia sin la íntima irresponsabilidad de la opinión. Olfatear, no obstante y por el momento, aunque por debajo las sábanas saquen a relucir un dedo gordo y deformado por los hongos.

sábado, 18 de enero de 2014

Palíndromo



De anoche me queda un palíndromo. De las fusas un altercado en el juego terco de un eco.  Vaticinaba, me pareció, había un roce alrededor del cuello y se me doblaba la oreja derecha, recuperar algún éxtasis. Las axilas de Magdalena. Pero, quién es. Por qué esa mujer detrás de un número para invocarla. O. Y. Convocar qué para contaminar pronto mi café.

Los techos han amanecido escarchados. Un retoque, lux superior, por las cortinas del gotear, los ladrillos en el patio recontados en la pared de la escuela, asomo igual, entre las ramas desnudas del moral. Yo, sin camisa, la horma de anoche, otro cuerpo asediado, detrás de tramas e hilos, concordes el ruido de las tijeras haciéndome otra vez a mi tiro y semejanza, me aparezco en la ventana como si una cifra importara.

La lengua, en su pesadez húmeda esta mañana, chasca un ruido: imitando, mi voz lame las axilas de Magdalena. 211 0112.

viernes, 17 de enero de 2014

San Isidro




Tarde plomo. San Isidro. Envestidas y arrebatos. Faltos de reposo los corrales. Enquiste. El palco calla. Salta la arena –anuncio-  y se diluye. Se traza con el pase a punto que rotan las rodillas. Es punto encerrado. Verónicas. Y a la vuelta los pitones están entre dos grandes pulmones. Una belleza de espontaneidades en necesarias envestiduras. Ya que lo que pasa pertenece al cero el encerado se derrite al mínimo roce. Lo dejan pasar. Se contrae y escapa con rosados y amarillos tintos. Un toque argente de inevitable añil. Y tal shogun, enarbola su peso detrás de la alcoba, brazos perdidos, caquexia, y un gesto ante el té, de rodillas, si la puerta se abre como la sombra de un arroz de blanquísima neuralgia, levanta la espalda y, en la vaina, a la par del lomo, se recuesta (inclina) y pincha en vano la montaña. Sin aplausos.