viernes, 29 de mayo de 2015

Viaje a Los Adirondacks (Noon)

Cuervos y luna, laca de Korin

I
Después de varios textos quedo tranquilo. Anoche mi padre solo sufrió un pequeño desquicio. A casa, según el doctor, tan pronto cante el gallo. Podré viajar. Por lo menos prefiero pensar que no tendré que arrimarme a la culpabilidad. Mi padre. Cómo y qué le preguntaré a la montaña cuando lo nombre. Hacia cuál ángulo reservaré la pregunta. Cuál de los cuervos entre los árboles acechará el eco y será el primero en levantar vuelo hacia donde no tenga que escucharme.

II

Bajo el signo lácteo un yogurt, garbanzos molidos en una pita griega, aguas púnicas, en osmosis en reverso. Y lleno de electrodos, aspiro por la ventana la luz en mi cuarto. Por fin, me digo, hay luz que merece mi atención. Allá, sobre los ladrillos, al otro lado del patio.  

jueves, 28 de mayo de 2015

Viaje a Los Adirondacks (Primer día)

Los Adirondacks

I
Me despido de Isabel. Sé que me espera el verde, las ondulaciones azules, grises, el entorno perfumado entre descomposiciones y la humedad. Será un pequeño reencuentro, me doy ánimo. Después que beso a Isabel. Espero en las montañas un trozo partido de cielo a mi favor- el poder deslizarme (hoy) a lo desconocido.

II
En el autobús 167. A un hombre, sentado a mi izquierda, se le cae el café de las manos. El café, un arroyo de inercias, corre hacia el conductor. Se escurre entre los pies de los usuarios. Y ninguno se entera que sus suelas quedarán agridulces.

III
Cuando llego al trabajo. Una estera de nombres y comentarios, grados, colores verdes para orales, violeta por participación, y el rojo negativo- que tanto me gusta en los gladiolos cuando en agosto se sofoca el mediodía.

IV

Pienso. Tal vez no sea apropiado rendirle homenaje a la era de esta ansiedad de W. H. Auden,  todavía en los hornos, sin haber hinchado un poco más las velas de la curiosidad. Estos tres días serán ocio y descanso, una vuelta sensorial a la palabra, al olfato. En una era donde se separa tan fácil el tacto físico para entregarlo a falsas pantallas, encontrar bajo los pies el dolor, el placer de sentirnos plantados, me parece evidente, imprescindible, recuperarlo, y darle auge, explorarlo mientras sea posible, mientras nos quede tiempo para incluirnos, ante todo desespero, en el sabor que se extingue entre estas páginas. Persistir. Tomaré esa palabra como eje para resistir la tentación de la queja. A lo sumo, persistir sobre lo que hasta aquí me ha traído en esta balsa de lecturas y varados sedimentos. 

martes, 19 de mayo de 2015

El deseoso (Pequeños placeres)


Small Pleasures (1913) Wassily Kandinsky

No me inclino a las aguas. Sin embargo, el fuego. Prefiero amarillos envueltos, rojos y azules. Y no donde el gris salpica y lame envolturas blancas. Herencias de desafortunadas travesías nocturnas. Mi vejiga hinchada, las olas del Hudson contra el viejo muelle de Hoboken, mi saliva formándose imparable sobre el cuerpo de una mujer.  Al cabo, el tiempo corresponde, el íntimo perfil- atractivo- de azul frío, el ardor cuando piensa y coincide con la llama. Ahí disfruto del agua al café hervir. 

martes, 12 de mayo de 2015

El deseoso (Las mujeres corren tras el hombre que serían)


Mudderellas


Las mujeres corren tras el hombre que serían. Un grupo va por allá, cercano a una valla de púas. Se arrastran como una mujer se arrastraría, sin la ansiedad de un hombre condenado a matar a otro. Y vuelven a correr hasta entrar en un fanguero. Una y una, dos, tres resbalan en el fango como si de un útero cayeran sin destino. Una con otra, sin querer, se confunden con el hombre que les toca. Y cuando irreconocibles se abrazan al llegar a una imaginada meta, ven que delante está el molde de otra mujer más veloz, más completa. Y detrás van en persecución hasta subir una pared donde les espera una soga. Allí trepan y cuelgan, por fin, al viento lo que queda. Secan la carne y caen desesperadamente ya hombres al tocar esta tierra. Y, al mirar atrás la pared, cada uno habrá cumplido el placer de sentir a su mujer caer, igual que piedras desprendidas, desde la tranquilidad de una gran montaña.

viernes, 8 de mayo de 2015

El deseoso (Tres palabras)


A través de la aguja de madre, enhebrada cinco veces microscopio, vengo linaje de dudosos algodones de inmigrantes pirenaicos cortado por las sambumbias tropicales. Y cuando creo que llego, (soy) el revés. El niño zurcido en la cintura de las siestas- algarabía hace un rato sobre la mesa. Lentejas vertidas en el mantel, todavía el mosquero rondando hasta que el propio asco hace estrago. Tirado en el catre el vapor del mediodía me desgancha cuando pasa la máquina de Don Miguel rumbo a su casa. Hacia el confín. Creo. Y el silencio cruje, un galeón y Gulliver por las paredes zarpa. Se abre la puerta del armario con el chirrido de su presión oscura y acoge a mis hermanos fugitivos. Cuando mi hermana tumba el jarrón comienza el encanto. Premuras. El escándalo. Madre corre. Padre despierta y Qué cojones. Mi hermano llora. Y yo, mirando al techo de zinc, en poco me diluyo. Oliéndome la fana me concentro en tres palabras: alforfón azufaifo fotuto. 

jueves, 7 de mayo de 2015

El deseoso (Escuchando a W. H. Auden)


W. H. Auden


Escuchando a W. H. Auden hoy trocar su amor con la mole de los verbos, me puse a buscar una mano reciente en el teclado de mi piel sitiada. Lo mismo de siempre abrevia cuando se quiere bajar un Martini ya caliente. Impera lo que fue por lo que hubo y se inventa el cortaúñas, los anillos que allí reposan en cada dedo, y un momento se extiende en un segundo intento. Dudé si la palabra amor tenía que ser la esencia, el gesto a mi encuentro. Si era yo quien debía transformarse en otra cosa de mayor y sensible calcio. Y debí haber tomado nota cuánto el poeta Auden ingería en el oxígeno de su cuarteado rostro. Pues, tantas veces, y otras por descuido, no hago otra cosa que ignorar detalles al mirarme. Y concluyo -si es que en ello encuentro refugio- Prefiero el palpar a retomarme el rostro y engrasarlo. Y. A. Eliminar el prurito que dejara la rosácea y supurante roncha de una ka.

miércoles, 6 de mayo de 2015

El deseoso (Maldigo)

Retrato de Pablo de Valladolid (1637) y Diego Velazquez

Al apagar la luz maldigo teniendo en cuenta que después de Parra, La Violeta, pronunciar sentencias es juego de borracho. Al cerrar los ojos maldigo. Dónde se alberga el campo. Dónde el azul se confunde y el marrón domina todavía por los dudosos vientos de mayo. Desde el esófago el agitarse de unos pinos, la lengua agria, endurecida, me reclama la palabra. Lo único que escucho es un lejano timbre sobre lo duro y blando de la almohada. Y allí  suspendido el cuerpo de ka en una película trágica irrumpe, a la bufón Pablo de Valladolid, sombra contra el espacio, a favor de toda pérdida, aferrado a mi pene. 

lunes, 4 de mayo de 2015

El deseoso (Por los vientos también)


Virgen con el Niño, Luis de Morales

En alguna corva con liga está por brotar airoso el poema. Algún pelito y su pleito, torcido y doblado, incita, hace fuerzas guturales su broma. Se estaciona, espera levante, siroco, gregal a la puerta de la escuela, asecha cerquita al desfile de adolecentes catolizadas; polinizador de autosuficiencias se escabulle por donde pueda. Y sin respetar a María Purísima se le cuelga de la cadera para que de una vez  por toda suelte a ese niño que tanto jode.    

viernes, 1 de mayo de 2015

El deseoso (La regata)

Retrato de Tio Paquete y Francisco Goya

La regata me trae en los jarrones de la memoria las primeras flores de mayo. Vasijas, meses, mares, flores. Con bastón- lejísimo- jaloneo por el asa uno verde. Lo compré en Hoboken para ponerle ramas de eucalipto. Batalla aquella contra mis calcetines. Aquel aire insoportable de La Parálisis. En cuanto a la mar. Hay muchas. A veces emerge una con faro y deja de ser mar para ser playa. Pero cuando miro hacia el horizonte siempre estoy en una playa. Y si elimino la playa estoy en un avión, y tan inerme aquello, somete un color demasiado incierto para ser mar. Y enumero por los años, si es trauma la mar, los viajes por las ranuras de julio y agosto. Algunos rostros que perdí en esos confines cuando en los bares pedía Todo por la frialdad anónima de las cervezas. Y cuando hoy caminé por debajo (otra vez) de la magnolia, apareció la regata. Sin nadie. A la deriva. Allí flotando no había cervezas al lado de los pétalos regados en el arcén.