viernes, 31 de diciembre de 2010

Las gacelas de tu nombre

31 de diciembre y 2010


Durante la madrugada, se han querido meter dentro del diario intermitente varias ratas. Después de mi pacto con Diógenes, entiendo que quieran curiosear y juguetear en este Disney. Tom and Jerry. Quién es Tom, el gato o el ratón. Hace tanto tiempo que no miro muñequitos.

A las 3:34 me despierta el cuerpo alargado, cilíndrico y suave de una ballena. No es el cuerpo lo que me despierta. Yo estaba abrazado a ella. Priápico. Me llevaba por las aguas un abrazo arremolinado. El agua se volvió azul. Un intenso añil. Me dio un ataque de terror. Qué hago en este mar. Me escucho. La voz la tengo grabada en una cinta.

Lo que escucho es una ramita de millo tratando de entrar. Entrar dónde. Me despierto. Y la veo. Es una rata que patina en el linóleo. Desaparece hacia los libros amontonados en la cocina. La habrá asustado mi pregunta.

En la cocina, veo otra que se desaparece por una de las hornillas. Las gacelas de tu nombre. Se me mete la frase. Se mete y no me la puedo sacar. Las gacelas de tu nombre. Y lo que no entiendo es el tamaño de una y otra. Por qué esta ruina de animales que nunca se me ocurriría poseer. Qué hacen aquí. Las gacelas de tu nombre.

Mañana voy a averiguar sobre las gacelas de tu nombre. The Smithsonian Society. Ya tengo la dirección y el teléfono. One Bowling Green
New York, NY 10004
212-514-3700

Ya. Tendré que esperar hasta el lunes. La gente está de fiestas.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Pasajero 15

23


La superficie equipolada,
El cabello sujetado por alambres.
Es la blancura.

Un alejandrino a pesar
Que se eleva lo prosaico.
(Un tacón flojo)

Vibra como la majagua
Y no es madera.

Va a romperse contra el piso
La fuga del tinto a la copa.

Debajo está la tristeza,
Sin concesiones,
En un mantel de Zurbarán.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

martes, 28 de diciembre de 2010

Blanco sobre blanco

28 de diciembre y 2010

El borrón. La quinésica. Estancias en el centro de mi ventana. Suenan las gotas de un mundo que se derrite. Seré yo quien se derrite. Será que hay una interrupción cámbrica sobre todo esto.

Desde aquí, sentado en el piso, lo que veo pasar es un parcho de nube. Lento. El cielo se ha intensificado. Desde finales de noviembre, le vengo temiendo a las cosas azules. Tanta luz por la ventana me preocupa.

Me voy a acercar a la ventana. Voy a atreverme a mirar por ese agujero.

Afuera, las veinte pulgadas de nieve han puesto un casquete sobrio y delicado sobre los safacones de la basura. Pero a su vez, la gente ha escarbado una arquitectura rústica. Han creado formas exageradas sobre el blanco.

Anoche me atreví a mirar. La calle se había borrado en pedazos. Las formas de los autos estaban hechas de insinuaciones. Bajé la persiana cuando me pareció que la nieve tenía luz propia. Me dio temor.

En la cocina, no sé qué hacer. De una bolsa plástica saco un queso de cabra. Abro una botella de Gran Feudo. El color del queso es blanquísimo. Se atrevería una compañía de pintura a llamar a su máximo blanco “queso de cabra”. Hace años, ella, Isabel, quiso que le pintara el apartamento. Me dijo, Quiero blanco cegador. Nadie quedó ciego, pero gasté 4 galones en un pasillo. No hubo modo que quedara satisfecho con las tonalidades de aquel blanco cegador.

Cuánto blanco necesitará el blanco para ser más blanco. Zurbarán no le temía. De alguna manera, hasta el fin, lo acompañó la blancura que embargaba a su pueblo de Fuentes de Cantos. Borraba sobre el blanco. Será que borrar es lo mismo que recordar.

“Blanco sobre blanco”. Dónde lo habré leído.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Marranas 8

#
Tengo un sello donde Johnny Cash tiene los dientes
Apretados y se niega a repetir su nombre.


#
Encontré la rosa del infierno enrollada, una tarde,
En una cecina de León.


#
Me quedo o me levanto en el accidente de la luz.
Le doy unos instantes a la papila del recuerdo.


#
Me refiero a esa pureza de cosas espontáneas.
La picada del mosquito que no regresará.


#
El árbor decora a la fúlgida mientras el arco
sarpanel sujeta del otoño un último amarillo.


#
Ridículo es uno con la mano alrededor de la cintura
De una langosta en un hotel de Lisboa.


#
Con el arpón en el costado se levanta el cachalote,
Otra mañana, antes de atravesar el Nazca.


#
Tocino con caña de azúcar. Un río de salvajadas.
Un regalo en el que devuelvo una bufanda de astracán.


#
Las molasas se doblan. Su levitar son cosas de tantas
Cosas que pueden ser los cortes de la pregunta que viene.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Pasajero 14

22


El frasco abierto: inmóviles
Dos caramelos: ámbar: ojos de un pez inerme: deseo
Tras el celofán: pues una mano juega en el borde
De la mesa: bojea: calcula que al otro lado
La mesa dice: la mesa hace: la mano enhebra:


Le sopla en las mangas el viento
Que baja de la vieja rúa: adoquines: recién
Ha llovido: la oquedad:


Cierra los ojos: escucha una ola romperse: (será):
Transpone un momento: un paro: será un trueno:
En su boca: un gusto que hace tiempo se ha congelado:
Algo así: le vuelve el recuerdo: algún recodo (risa):


Sí: discurre la luz hasta el fondo:
Sobre el eco: en un patio de La Habana:
Dos lazos: zafan los dedos la dulzura.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Las ollas de Egipto

24 de diciembre y 2010


Otra vez la gula. Una comezón de innumerables carnes. Cortes y cortes ensamblados hasta el tope en las mesas, en los cuartos, en la mesita de noche, dentro de los armarios. Tanta carne que hay que abrir todas las puertas y ventanas. Hay que enfriar todo este espacio para que la gusanera no comience su encomienda. Una vez que aparece el primer gusano, parece que el rumor de la descomposición se desata en una incontenible imaginación.


Pero, a tanta carne, hay que darle fuego. Todos sudan. Se les hinchan los rostros. Esperan con el goce en el esmalte de los dientes. Parecen brillar por sí mismos. Repellan las paredes del estómago con vinos y rones, trozos de quesos y embutidos de oscuros pellejos. La anticipación se levanta en las grasas. Se mete en los tejidos y las paredes, recorre las calles como alisios. Ese olor como un terror.


Los romanos lo practicaban en sus sitios. Debajo de las murallas, los soldados asaban vacas enormes. A la vaca le metían adentro un ternero. Al ternero le metían un lechón. Al lechón le metían un cordero. Al cordero el perrito de mi vecina. Al perrito de mi vecina le metían una oca enana. A la oca enana un pollo Perdue. Al pollo Perdue le metían una perdiz de Toledo. A la perdiz de Toledo le metían un huevo de ganso.


Algunos, retorcidos por el dolor, se tiraban de las murallas. Está de más decir que, en la historia, el aroma ha matado a más de uno.


Los romanos hubieran metido adentro de la vaca a Lady Gaga. Y con qué la hubieran rellenado. Después de todo, no es el hombre un animal limpio y sin pezuñas.


Cómo es posible que se desperdicie tanta carne.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Pasajero 13

21

El sabor difuso de un día en El Camino me vuelve
A traer en sentido contrario tu ausencia.

Miro mis pies. Cuento con el bordón
Los anillos de las piedras. Entro en un bar
Con olor a espumas.

Salgo a una tierra tostada de ajos. Ondula.
Un rebaño de ovejas pasa a tientas.
Lleno de voces de campanario
Hace gestos el pastor en la polvareda.

Y allá, la distancia sobre todo aquello.
El viento que lo empareja todo con su sombrero
Movedizo. Los trinos entre los zarzos.
Después, se escurre un goterón hacia mis labios.
Así me acerco a la sal de tu piel.

Y una cosa es verlo y otro sentirlo.
Un nubarrón se abre y se vuelve a abrir como un sirio.
Se me llena la distancia de ti. Se me nubla
El sentido. Me tiembla el bordón.
Quedo helado esperando
Que aparezcas.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Marranas 7

#
Nunca se supo si la ternura lo mató o la falta
De aquellos brazos que refrescaban como aspas.


#
Los villancicos del río debajo de aquel
Ahogado que todos llamaban Delirium Noel.


#
Arrullo en la piel. Una rima en la ventolera
Cuando ruedan los bidones por las calles.


#
El ángel atado en tu espalda ondula en busca
De oxígeno. Banqueta de ultramar.


#
Qué se habrán hecho aquellos dos amantes de Chagall
Que imantados volaban como en una sextina.


#
Los corazones flotan en el formol. Habrá quedado
Allí el rubor de alguna adolecente enamorada.


#
Dos cortezas por dos hachazos: el eco. Se derrumba
Un ramaje de evidencias al levantarse el carbón.


#
Si fuese un rezo donde la forma se transporta, no
Sería una descarga en la que la palabra es penitencia.


#
Después de almejas y kokotxas se fueron los amantes
Apartando del mundo de las riberas del ser.


#
De prisa se mete el maguey en las tensiones
De aquella casa domada por la espiral.

martes, 21 de diciembre de 2010

Memoria de un eclipse

20 de diciembre y 2010


Le tiraron una sábana gris a la luna o le pusieron un gran mosquitero. Yo no lo vi. Por la mañana, la gente del canal 2 me dice lo que ellos quieren que sepa. Eclipse total de algo que tiene que ver con 300 años y no hasta el 2094. Qué dice.

Levanto las persianas. Miro por la cajita de espacio de mi ventana. Todavía es de noche. La luna se tiene que haber ido a otro lado. Un señor pasa bien adentro de su abrigo. El viento está del carajo.

En la parada del autobús, regreso a un eclipse solar. Nos sacaron al patio a todos. Nos dieron instrucciones para no quedar ciegos. Yo estaba enamorado de Mercedes. Ella levantó su pedacito de plástico negro. Chilló de alegría. Saltó varias veces junto a otras compañeras. La aceché como un lobo celoso. Luego, se le acercó Julián y se quedaron los dos conversando mientras los demás hacían círculos y conversaban.

Antes de calcular cuánto tardaré en llegar a la parada, recuerdo las tres Marías. Después de las siete de la noche aparecían vestiditas de luz y en fila india. Las velaba. Desde el escalón de la puerta de mi casa las esperaba paciente.

Por qué me veo de pantalón gabardina y camisita de hilo transparente sentado con un trozo de pan con aceite y sal.

Con este frío hay que batallar con merino. Una vez que cierro la puerta, pongo en marcha el cronómetro. Hasta la parada son tres minutos y veinte segundos.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Pasajero 12

19


Hay de las tres flores de alubia
Una en la cual desaparecerá la secuencia
De una rigurosa cadena de secretos,
Sitios donde se enredó el sol con las aguas
Y donde fluyó la savia con sosiego hasta el pimpollo,
La abundancia exigida por el verde y el rizoma,
Temblorosa en el rocío, el néctar que de labios
A patas a la abeja corrompió con el interno
Aroma de las reinas.


Y también morirán las manos del hombre.
Su inesperada presencia
Cuidando el crecer invisible de la mole orgánica.
Y sus ansias. Morirán sus ansias.


Y el roce de alubia con alubia
En las blanduras hirvientes de una olla
De aluminio cesará. El mazo del bolo
Alimenticio en la sobremesa y la risa
En meteoro convertidos
Hasta las profundidades humanas.
Gas que propulsa al cometa que jamás volverá.
Luz que no regresará al polvo de la tierra.


20


Qué vuelta el sabor exprime,
Un pensamiento a fin que el forno
Dome la carne osada: diáspora
Su pulpa: clarín del rezo:

La sopa de huesos.

domingo, 19 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

Alarico II (484-507)

Cómo podría haber sabido hasta que punto era su vista un paradigma.
Toda una vida escudriñó sobre balanzas y códigos la penumbra
De los breviarios.

Tal vez a tientas. El afano puede adquirir en su último día una joroba lunar.
El misterio se descuelga en la silueta que lo liberará. Tal vez.
Y por la zanja veloz del averno, un arroyo hirviente por los ares de Vouillé por fin
Lo alcanza. La luna se apaga. (Así el mango argente de su adusta espada acaricia)

Se ignora (ignoran los textos) cuando besó a Tindigota. Ni donde la besó.
Un displicente “por lo tanto” en la historia nos remite que con ella engendró
Herederos al linaje del mañana. (Vuelve tierno a acariciar la empuñadura)

De piel más fría y corrediza, la mujer de sus hijos: quien, en la alcoba,
Lo amonestara por olvidar dos veces el secreto y el arte que una mujer,
No obstante, pone a su rey puesto. En un alucinante instante, aludió
A una especia más remota que el mismo olvido. Así metió

Sus manos en la oscuridad como el que las mete en grueso aceite
Para rescatar un trozo de carne.

Atrajo su propia semblanza. Y aparecerá por muchos siglos su imagen
Como si estuviera dormido al lado de una tremendísima espada. Para Alarico,
Quedó suspendido el peso de la cabeza de Tindigota sobre su hombro,
Y un candado su boca.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Volverán las jodidas palomas

16 de diciembre y 2010

Unos gansos en un campo de beisbol me han dejado lleno de aire. Me regresaron en el sueño. En el eterno retorno. El arrastre de la corriente. El coleteo. El esfuerzo que cuagula las ceras. La pura casualidad. Las asociaciones. Etcétera y en un revuelto de setas que me terminó el sueño.

Quiero ponerle el dedo a mi caída anoche. Descendí a cien metros de la casa de mi abuela. Qué tiene ese número que no tiene el trece o el cuarenta y cuatro. Por el agujero de un platanal caí como las plumas de Tarkovski. Oscar, Oscar. Algo me arrastró por los cielos. Levedad de un Enoc extraviado. La fuerza la tenía en el pecho. Y pensar era lo posible. Con pensar se podía todo. Hasta volar donde quería ir era posible.

Así y todo, terminé en un platanal. Por qué no al lado del jazmín y el limonero. Por qué no en el cascajal. En el río. Yo hubiera aceptado caer en el río. Hubiera aceptado arroz y camarones a la orilla del río. Las mujeres batiendo la ropa contra las piedras. El eco del chapoteo de la gente. Tal como siempre me lo he imaginado. Lo hubiera aceptado.

Por qué coño ese platanal escogió mi sueño.

En la parada del autobús se aparecen las palomas. Se han infectado tanto de nosotros. Y sin embargo, manejan otra cartografía. Regresan con la persistencia orientada de las olas. Empuja la rosa de los aires. Caen donde tienen que estar. Pocas veces se equivocan. Descienden sobre cosas invisibles. Cabecean. Siempre están dentro de un sí sí sí sí. Leen el mapa, se orientan, y se van.

He querido regresar al sueño. Volver a ponerme la almohada en los oídos sería una mierda. Nada. Las palomas me han jodido la cosa.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Marranas 6

#
Se quemó el rostro. Le quedó en la cicatriz
La persistente sonrisa inocente de los marcados.

#
Me sueñan las sardinas. Campanazos de sal.
El aroma de la cera se eleva en los altares.

#
Se escucha un rapero. Rítmico pide igualdad,
Libertad para golpear y humillar a todas las mujeres.

#
El globo como una mierda que nos cerca
Con sus restos de fondos reciclables.

#
La persistencia de los jardines de la biblioteca de Nueva York.
Nocturnos ensayos de orinas, vómitos y borrachos.

#
Amnesia o acústica de los cuerpos.
Persiste el hambre con su cabellera seductora.

#
El tigre insiste que su soledad esté marcada
Con la misma tristeza que ensaya el bandoneón.

#
Me rondan las mismas moscas desde niño. Mi dentista
Me las va cazando con cerámicas y amalgamas.

#
Ese olor a carcomas llega desde el día que creí
Que era necesario el quererte para siempre.

#
Para aprovechar la subida del oro, mi dentista sugirió
Sacarme el molar, rebajarme la encía, y que done una onza de hueso.

#
Sostengo que las cosas que más quiero,
Como las que más cuido, son las cosas que más hieden.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

A la puerta de la sordera

15 de diembre y 2010



Armazones. Este edificio y sus ruidos intestinales. Seré ese garbanzo que rastrea los restos de mi madre. Qué digo. Suena el teléfono. Quién me llama.

Cuál ranura taponea mi madre para que yo no me escape de su cabeza. Sabrá ella cómo me he ido borrando en ese larguísimo intestino del tiempo. Soñará mi madre conmigo.

Afuera está a 10 bajo cero. Entra el frío por lo inesperado. Se establece una pequeña danza. (Escucho una larga queja de Morente). El piso y la cortina arrastran sus pies invisibles. Y tengo que ponerme un suéter. Qué ventanas de mierda.

Llego hasta el café y la estufa. Este peso, esta cornamenta de un viejo modo de vivir. En vez de escuchar mi respiración ojeo la puerta, oigo las escaleras crujir, afino bien el oído, meto el índice por el gatillo de la tacita de Limoge color Luis XV.

martes, 14 de diciembre de 2010

Enrique Morente

Y el 13 de diciembre y 2010 y ya 14

Se me ha muerto Morente. En cuál doble isla volveré a doblarme. Cuál capicúa me dará el velo para que entre el morado de la voz. Yo que entré por Bach en los cantos corales de las audiencias. Yo que todavía puedo sentir en las narices el olor a caoba lisa y el eco en el templo.

Tengo el vaso lleno de un vino oculto. Me tiembla la mano. Hasta aquí el acullá de la voz y el desgarre. El temple, el espacio, su suma de abismos. Se me desangran las lentejuelas y los surcos de la huerta.

Recuerdo cuando se me presentó un policía de Sevilla y me dijo, yo bailo flamenco y no soy maricón. De vino en vino, pusimos el carbón de la falla, donde se entra al dominio del duende. Y me dijo, Morente tiene esa voz del que extrae genes, polainas, el siglo del dolor.

Un apagón de repente. El desierto se ha puesto un caracol en la oreja. Se ha muerto.

Por qué el cuerpo palmotea hasta donde las salinas han puesto la claridad de lo extranjero.

(Se queda como si en un viaje de ida y vuelta se sucedieran varios sin despertarse.)

Y yo a quién escogeré al lado de un whiskey en Knoxville en lo que la cosa se vuelve un hígado de malos entendidos.

Y quién cantará cuando los ángeles se cansen y los novilleros enseñen sus capas sucias.

El flamenco en el palo. Aquellos palos donde la manzanilla es una fresca intervención del infierno.

Pero, quién ha muerto.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Cuando perdiz, perdiz

13 de diciembre y 2010

Por la ventana del cuarto del hospital, donde está mi padre, puedo ver un campo de beisbol. A la izquierda del campo hay una iglesia. Detrás de la iglesia, hay un soto atravesado por una carretera que se pierde detrás de un edificio que parece un hotel. El cielo está azul. Frío. Domina el marrón. Diciembre es marrón.

Mi padre se está convirtiendo en un hombre de nieve. Se ve redondo, pálido. No ha perdido su humor. Sin sus dientes postizos se le entiende poco. Se le hunden los labios. Uno responde por él. Los doctores y las enfermeras lo tratan como una bola de nieve. Le explican las cosas en oraciones con verbos sencillos. Todos le hacemos eco, pero le decimos la verdad. Lo sientan en la cama. Se ve hinchado, frágil. Me recuerda a un pequeño buda de cerámica. Sin los espejuelos tiene la mirada vaga, se limita a mirar frente a él.

Por el jardín central han aterrizado trece gansos canadienses. Comer y cagar. Cagar y comer. Poco a poco, van moviendo, frenéticos, su pescuezos en un picotear incesante hacia segunda base.

No me imagino a mi padre vestido de jugador de beisbol. Mami se burlaba de él porque era torpe. No puede coger un jabón ni aunque se lo des en la mano.

Cuándo fue que lo vi desnudo bañándose, envuelto en espumas. Se veía tan blanco. Hace tanto tiempo de eso.

Tengo que haber contado mal. Hay doce y no trece. Una vez maté un ganso canadiense en Stoke Forest. No supe desangrarlo y me supo a carne de res. Cómo llovió aquel día. Tuve que enterrar todo aquel plumaje.

Delante le han puesto un plato de algo. Parece un muslo de pollo con otros palpitares.

Mi padre inclina el rostro y da gracias por aquello. Le quiero decir que cuando perdiz, perdiz. Pero, no me va entender y no le digo nada. Le da también las gracias a la enfermera. Ella se da la vuelta sonriente y se va. La sigo con la mirada. Sigo el blúmer negro que se le marca debajo de los pantalones blancos.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Pasajero 11

18

Regurgito. Y en la sangre
Los mismos paisajes que me han acompañado
En esta veloz película hasta el pueblo de Melnik.

En el tren: una sensación parecida a un pelícano cansado
Como cae tu cuello: también un hueco permanente
Que llevo en un candado: un hueco sin palabras:
Escondido.

Paso por Melnik entrelazado por tus dedos.
Aferrada a mí duermes por la velocidad.
Aferradas en mí esas casas que se borran
En un instante.

sábado, 11 de diciembre de 2010

viernes, 10 de diciembre de 2010

Eurico (466 – 484)

En una serie de omisiones estaciona
El corazón. Es su gesto una antorcha pálida.
Acaricia una nuez. Siente la geografía rugosa.
La vida lo desvela.

Se exige. Cuánto pesará mi corazón
En este lienzo que me enreda hasta el aliento.

Como si lo arrojaran sobre una borda
Se siente caer, caer. Ha visto las algas y su verdor
Subirle hasta la boca con desespero.
La amargura del kasir.

La amargura. Pondrán sus labios contra los míos.
Me jurarán que el amor que sienten por mí no teme muerte alguna.

Monomanías. Vuelve a su lecho después de orinar.
El regio escucha las olas romper
En un interminable caracol que le arrulla.

Dormirá sin pesadillas aunque ya nadie le ama.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Marranas 5

#
Fue la esclava quien le cortó el cuello con la vieira
Después del amor y 30 años de anonimato y humillaciones.

#
Después que enfocó, lo que quedó fue 16 % gris.
Y así, como en la muerte, se lo lleva todo el mismo color del olvido.

#
Un hombre con dos mesas y cuatros sillas
No le eran suficientes dos piernas con dos manos y veinte dedos.

#
Tener la boca llena de fierros, esmaltes y torceduras
Y lograr luego la más tierna de las sonrisas.

#
La historia propuesta por la reina de las mariposas.
Aquello de que la vida es un sueño y no un calderón.

#
En Europa 51 Ingrid Bergman tiene la misma mirada
Con que mi primer odio se despojó de mis asuntos.

#
Cómo puede ser impresionista un mejicano
Cortando la yerba en un jardín de Nueva Jersey.

#
En la escurridera se me fueron los ojos tras los fideos
Que ella no quiso y que a mí se me enfriaron.

#
Un primer beso como la marrana que siente
Por primera vez un hociquillo en un pezón.

#
La luz me va enterrando lo que me queda.
Quizás vivir sean esas tiernas desapariciones.

#
En el precipicio alumbra, do
Leña al fuego, quien arde su titán.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Pasajero 10

17

Me levanto con una clavícula adolorida.
Pienso en esa caja que me cuelga. Revuelvo
Este lenguaje. Encuentro el esqueleto que extraña
A una chaqueta de cuero que compré en Montevideo.

martes, 7 de diciembre de 2010

Motete

Doblégase el ras de la boca. Di con un gran espacio para que perneara la incertidumbre. Y bueno, me puse ese tabacón injurioso, impertinente. Y es fiel que trame. Que revoque ese tome y se vuelque con su farda de trapos.

Mira. Ostento heridas como recuento ovejas. Pongo en los residuos como muerdo las onomatopeyas de Berger King. Esos fetiches, diestras, corolas, calcomanías, Deuteronomio. Esa escasa distancias entre las faldas de las lomas.

Sube el solaz humo por el canto. Hasta arriba su taburete. Desde. Secuestre. Toque los leves vellos del gorjeo.

Me apunto con esta historieta. La vuelvo a contar en otro sitio, fuera de las alegorías que educan o inician. Digo. Las intuiciones. Los rastros de la sangre. Pliegos sobre pliegos. Gaznate florido de motetes.

Me pongo en posición prohibida. Me duermo sobre la almohada de molsa que me han dejado los reyes magos

lunes, 6 de diciembre de 2010

Arbor decora a la fúlgida

6 de diciembre y 2010

Allí, al lado de la fuente, con la curva del marfil, la fúlgida. A su lado, un árbol. También la cadera pulidísima en doblajes de tules y sobrios azules venecianos. El cincel minucioso de sus pliegos. Erizos. La encerada mano, firme, con el hijo encajado, un trofeo, la desnudez de una tibieza sin par.

A sus pies, enredazón los laberintos, sacabuches, vientos, de un ministril que en un banco de roble se da por vencido, la observa. Inmóvil, aunque veloz su diestra se distingue como si tocara el rostro de un hombre invisible o será que en busca de apoyo pareciera sacar un colirio de la lluvia. Parece que va a dar un paso. Y no. El pie ya ha balanceado desde las rodillas hasta el pubis su carga. Allí su peso. A ella id.

En un momento parece, ay Ciorán, una caída en el tiempo el arco de mi orina, los amarillos de este otoño que sujetan este árbol. Es altura o caída vaciarse al lado de tan hermosa criatura.

domingo, 5 de diciembre de 2010

sábado, 4 de diciembre de 2010

Marranas 4

#
Una piedra que diferencia entre el rosicler
Inusitado de los flamencos y una mandarria.

#
La palabra argolla. Se oxida hasta caer.
Aparece una ballena en el expediente de la sierpe.

#
Enchapes y éxtasis fueron las gorgueras fantasiosas
De aquellos pescuezos que mordicaron los sacerdotes.

#
El decúbito para después ser un ocho de mogollas
Fraccionadas en vez de una joven desnuda.

#
En una cajita de narra le puso un nido de zunzún
Dentro de una caja de fósforos de cabezas granas.

#
Noúmeno o fenómeno. Yo me quedo
Con dos huevos fritos los domingos.

#
No fue un beso. Fueron 16 fusas de pases
Naturales que se extraviaron por la luz.

#
Paliaba aquella caspa que en enero se le encajaba
En lo más negro de los sesos, en lo más negro de su hombro.

#
Cuando pienso en Kavafis se me presenta la blancura
Hecha palabra simple en la camisa de un hombre.

#
Frente a la costa desnevaban las olas la caricatura
De cien elefantes luchando por llegar primero.

#
En Éfeso encontré un muro donde un ave dejó su estiércol
Blanco, y contra él, una mujer posaba para una foto.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Fecal

3 de diciembre y 2010

Diagonal. Un exceso florentino o un reventón indio de luces y máscaras. Una vidriera me trae el olor de los ornamentos de Sajonia. Pajarillos de vidrio, tiesos, colgados. Bolas navideñas desteñidas en los cojonciños de una yunta comiendo forraje. Se me metió por la nariz algo parecido a una estrella, a un hombrecito gordo y argente trepando hacia la cresta. Aquella pirámide verde hasta el techo cobijando asnos, ovejas y una casita donde me quería meter.

He intentado escribir sobre esa casita y nunca ha salido nada. Me molestan los animales, los pastores diminutos y varoniles contrapuestos a un José periférico, inapetente, su mirada por encima del pesebre, y Maria que parece esperar impaciente. Los magos estaban por llegar. Estaban por traernos los juguetes.

No era que José se quería meter en la casa por la vergüenza.

Eso sí, mi padre me aseguró que eso no se debía ni pensar. Piensa en Maria, coño.

Y desde luego, me di cuenta de todo. De lo de El Hijo del Hombre. Aquella reunión nada tenía que ver con aguinaldos y mirra. El balance de la historia estaba en las tripas del niño.

Y se lo dije, aunque luego me costó lo que me costó. Eureka, Eureka. Aquí nadie se salva hasta que cague el niño.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Un poco más al norte nieva

2 de diciembre y 2010

Bajo la cabeza. Evito el peso helado de la lluvia en la cara. Me llegan las mierderas. Una reunión esta tarde. El proyecto del film. Dinero. Cerveza o vino. Vino. Hace frío. Un pozuelo de chícharos verdes. Humeantes. Si Isabel se viene a mi lado. Ir al tintorero. Hace 5 días que no sale el sol. No encuentro mi bufanda. Cuándo pintaron STOP en el asfalto en medio de esta avenida. Tengo ganas de escuchar a Camarón. La isla a la deriva.

El autobús atraviesa una cortinilla de otra finísima lluvia por los pantanos de Rutherford. He olvidado el ipod y escucho todo vívido y exagerado. Otros autobuses pasan veloces hacia el norte. Rompen el agua.

En el norte hoy nieva. Por la ventanilla, una gorda fumarola emerge entre las nubes y un edificio. Como un fantasma de una novela romántica, el edificio se refleja en las aguas prietas del río Hackensack. Entre dos invisibles chimeneas, se arremolina una humareda que deja entrever, en letras grandes y anaranjadas, un letrero que reza PSE&G.

Una niña, en el asiento frente a mí, tiene el rostro pegado a la ventanilla. Ella ha visto lo mismo. Gira el rostro según pasamos. Ojos enormes. Ha descubierto algo. “Mami, there is smoke behind the bus.” Lo repite 4 veces. La madre guarda silencio. Seguimos hacia el norte.

En mi parada me bajo. Abro el paraguas. Bajo la cabeza. Me veo las botas. De un pequeño salto evito el agua que baja por la canal del andén. Se me aparecen los cuerpos vagos de un grupo de reses pastando, allá lejos, por donde están dos ombúes.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Haikus Libres 9

*
Afuera llueve.
Pero los gladiolos del jarrón
No se enterarán.

*
Afuera la lluvia.
Y el grifo del baño
La imita.

Espejismo en la planicie

1 de diciembre y 2010

Llueve con finísima cordura. Tuercas heladas, ruedas de panetelas, dominios verdes y amarillos en un menjunje húmedo abarcan las aceras, los aparejos de los transeúntes y sus paraguas crecientes. Alientos de una antiquísima humedad de las narices van y vienen en los aires tal una sabana poblada de bisontes. Uno puede detenerse en cualquier esquina de estas ciudades, ciudades que se han vuelto una sola mole, un animal ininteligible, y perder por un instante bajo la lluvia, la dirección. Perder el paso hacia el adonde.

Es casi un momento de alegría. Ese instante en que levantas el pie e invade la sorpresa de no saber hacia dónde. Un protomomento. El animal bajo el arranque, sus células que buscan donde estar sin saber dónde ni cómo.

No falta el sobresalto, el error. Se dobla por el herbazal como por el tiempo. En él se pasa de sombra en sombra por los espejos de las lluvias, por el filo de las aguas, por el cuerpo líquido que se remonta dentro de uno. Se salta un charco. Y se cae, se aterriza en esta parada del autobús, en el sólido estar de estas mamposterías y asfaltos con el peso del cuerpo y los semáforos.

martes, 30 de noviembre de 2010

Gabardina

30 de noviembre y 2010

Me levanto pensando en Gabardina. Los chillidos hambrientos de Gabardina. El hedor constante en el patio. Mierda hasta la panza. La palangana gris, llena de barro y mierda. Allí caían las sobras. Cuáles sobras. Apenas teníamos para comer nosotros. Se le veían las costillas. Se contraía cuando gritaba. Parecía que le daban ataques de rabia de una animal impotencia. A veces, comía algunos granos de arroz. No había otra cosa.

Algo se encarnó en él. Un caso kafkiano. Cuando me acercaba a la improvisada cochiquera se callaba. Me miraba con un odio terrible. Me daba miedo porque tenía la mirada parecida a la de mi amigo Jorge. Yo a Jorge le debía una caja de canicas. Aquello me lo fui tomando muy en serio. Cuando me alejaba volvía a chillar como un niño desconsolado.

Un día hubo que matarlo. Mi madre me dio su cuchillo. Niño, no lo hagas sufrir más. Un cuchillo de hojalata. No cortaba ni el pan.

Lo metí en el baño. Antes de pegarle en la cabeza con el ladrillo me miró como si por debajo de las losetas hubiera preparado un infierno para ambos.

Se despertó en lo que le clavaba el metal. La sangre. El pataleo. El chillido se transformó en un ronco NOOOOO NNNNNoooooooooo. Se levantó como si soñara con un manjar. Casi alegre. Tuve que aguantarle las patas traseras.

Después lo abracé con fuerza. El caso es que con el calorcito tinto que le salía del cuello nos fuimos durmiendo sobre las losetas. Cuando desperté, ya estaba muerto.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Marranas 3

#
Vista dorsal, parte kabuki, pedazo ornamental,
Mediatriz de los lados en que le falló el amor.

#
En el parterre está mi nombre con una lápida
Adornada con un jazmín y madreselvas.

#
El cartero abrió una carta donde Santa
Claus tenía que llevar la enorme carga de Cemi.

#
De viento sur y bellotas se entiende
El jamonero desnudo frente a su esposa.

#
No fue una rosa. Su mano aflojó el pétalo.
Le llegó hasta el rostro la cuperosis del deseo.

#
Los huesos del rabo memorable del exquisito
Toro que conoció el fémur del matador.

#
Ella, la violeta que se desfonda
En el imperturbable labio del abuso.

#
Dos son las puertas del olvidado, una
Tercera se le veda al estratega.

#
Un golpe, un golpeador que ronda
Por un costillar zelandés a carcajadas.

#
Me pusieron en ayuno y en tópico de zona social,
Pugnas que se alivian en infernales vulvas.

#
No es que sea Dios. Es que es
Lo más parecido a Microsoft.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Teodorico II (453-466)

El rey se pone el armiño. Noviembre.
La primera nieve se enreda sobre los chopos.
Quisiera cruzar El Ebro y olvidarse.
Le apetece poner la cabeza contra la de su alazán
Y hablarle en voz baja. Balbucear con alguien.

El rey se sienta ante el espejo verde
De la ribera. Con un gajo dibuja
El perímetro de su corazón, las pugnas
Que son su reino. Cuál hermano afila
El arma que me abrirá el silencio. Cavila.

Allá por Pallanta y Asturica aparecen lágrimas negras
Que circulan el cenit. Recordará. Las rapaces
Digiriéndolo todo. Insaciables plumajes.
Los girones humanos. El sol y la transparencia.
La podredumbre del alma del vivo. El desbaste.

Teodorico II. Sabe que estar solo no es aquella mañana
Ver el meandro perderse sur. Que la llegada allí
Es lo que lo asombra y que ahora teme.
Ya lo sabe. Lo siente.
Esta gran Tierra de Campos dentro de él se ha enfriado.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Afeitada sabatina

27 de noviembre y 2010

La espuma. La cuchilla. El espejo. Piel como cráteres lunares. Tristísima. Qué triste la piel. Alguna vez fue mi piel fina como la piel de mis orejas.

Si hubiera sido ave a contra viento mis orejas me hubieran levantado. No hubiera tenido las pesadillas de caer por abismos o regresar a mi niñez por los cielos. Dos pedazos al lado de la cara. Dos ojos al lado de la cara para el eco. Fantomas se desencadena.

Me desenrollo la piel inferior del ojo derecho. Una tajada de guayaba. Bordes sin pestañas. El asustadito movimiento ocular de los camajanes. Por qué coño se mueve este ojo como la cola recién cortada del camaján. Dónde podría comprarme una guayaba ahora mismo.

No es una nariz. Algo de globo. Hecha de fango. Es un hocico de lechón asado. Se me hace la boca agua.

Detrás de la espuma y la cuchilla aparece la boca prestada de mi padre. La tendré que devolver uno de estos días después que me afeite para el polvo del olvido.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Síndrome de Diógenes

26 de noviembre 2010


Lo que me separa de esta noche es un trozo oscuro en la ventana, la franja de vidrio sucio que refleja el espacio de este cuarto. Si me quedara mirando, como si fuera una pantalla, tal vez lograría ver un helicóptero de las noticias, un avión que partió del aeropuerto de Teterboro. En ciertos meses quizás estaría la luna ahí. Estrellas, jamás.

De este lado, el espacio está triturado. Mis cosas están rotas en sí. Se han ido desmenuzando con mi olvido. Se han quedado en esa parálisis de las cosas inservibles. El raudal de objetos, papeles, libros, revistas y periódicos han ido añadiendo un claustro a las paredes, y a los sitios un signo que ha partido de mí. Busco una palabra para describir este arraigo con todo esto que me rodea. El dolor se ha convertido en peso. El polvero. Los colores ocres y entabacados que atacan a los papeles. La memoria enterrada. Las noticias suspendidas en ellas mismas con su hedor. Poemas que nunca leeré. Libros que a propósito ignoré. Los frascos de amlodipine besylate en una fila de soldaditos que han jugado con mis calcios.

Cables y vericuetos. Los calibres de 10 de mis relojes pulsan a la vez en la mesa de la cocina. Algo se ha revirado contra mí en este espacio y se ha hecho permanencia. Láminas. Conjuntos. Despliegues. Un tipo invisible aquí parece guardar los restos de sus polvos psioráticos. Un ladrón, quizás, se quedó a vivir aquí dentro. Y nunca se ha preocupado por reparar la vieja gotera de la bañadera.

También está lo otro. Lo otro multiplicándose. La decrepitud con que se enfrenta uno a su propia acidez. Quizá lo que exijo ha dejado de ser espacio.

Pasajero 9

13

Si la química de la flor es la flor misma
Una vez pensada, qué nos queda para el resto
De este caos a flor de piel.

14

De vuelta a Narciso hiervo un huevo,
La forma del alma, la lejanía de mi falo,
Y mi pierna derecha. Una más larga.
Una más corta. Un tacón más duro.
Otro que forma el eco cuando paso.

15

Sobre el molde mi espalda. Asesto
Por un momento y me alejo en el rumor
De los árboles.

16

Uno vuelve siempre
Al mismo error. Currículum
Vítae. Se ama o hay un desastre.
Se va o se regresa o nada o
Siempre y se abre el abismo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Marranas 2

#
La discusión de un templo con otro
Al lado de un pino y un roble.

#
Le noto pequeñez de tórax, bellos
Negrísimos, para soñar esta noche.

#
No sería un tanto lo decadente de la enfermedad
Que la cura provoca con la felicidad.

#
Habrá años que uno tendrá que atreverse
A soportar el olvido de los conocidos.

#
Priápico, con el olor de la saburra
Cerca de la oreja, reconstruye un secreto.

#
Se derramó un café en la calle. Se convirtió
En una culebra calle abajo.

#
Apretó el sifón y la mucina invadió
El mantel donde su madre bordó sus iniciales.

#
Le diré a Isabel que no era la primera sino
La gran mejoría que nos dejó el cero.

#
Volvióse loco después que los estorninos
Convenciéronse callar en los parques.

#
La curia diocesana se reúne para eliminar
Toda sal que los petrifique en la faz de la tierra.

#
Del salcedo al robledal hay un instante
Donde dudoso para el que se quiere colgar.

Matutino y el crascitar del plástico

24 de noviembre y 2010

La rara belleza de la mañana ventosa, la luna reventada, los prados de Rutherford, el olor a putrefacción de los pantanos, penetran en el autobús. Y también se ha montado una señora que se ha percatado, demasiado tarde, que está sentada en el autobús equivocado. “Este es el 161”. Se quiere asegurar. Es el 167. Alguien por fin le aclara. La mujer con dos bolsas plásticas se levanta y quiere bajarse en el Turnpike de Nueva Jersey. El autobús sigue hacia el norte. Suena el motor. La señora habla desesperada. Pide que alguien se apiade y le diga cómo llegar a Moonachie. Exasperada, una mujer le dice que se baje en la próxima parada, cruce la calle y tome el mismo autobús hacia el punto de partida. La señora sigue haciendo preguntas. Pasamos por las torres de radio donde guiñan las luces intermitentes y rojas. Un hombre manda a callar a la señora perdida. Después de pasar por el edificio de PSE&G los primeros rayos del sol se cuelan por encima de los árboles y las casas que se elevan más allá del pantano y del inmenso bulto gris que es el almacén de Wal-Mart. El autobús hace su primera salida hacia un polígono industrial. Pasamos por el lado de un riachuelo. Allí hace 18 años que hay un carro de compras plástico casi sepultado en el lodazal. Es azul. El color ha aguantado la prueba del tiempo. Plástico de primera. En la primera parada, la señora se baja en silencio. Las bolsas crascitan como manteca caliente. Cuando el autobús parte, regresa el silencio habitual y un tremendo alivio entre los pasajeros.

martes, 23 de noviembre de 2010

Song y esa camisa al revés

23 de noviembre y 2010

Esa camisa al revés que es noviembre. Un pedazo de tarde caliente que se digiere sin calistenia, salvo el bochorno, medio paladar en ascuas, y el belfo en busca de dos cervezas. Todavía están pegadas a las ramas las hojas que resistieron. Ya perdieron el amarillo. No sé qué antigua relación las ata a persistir. Tiene que haber un mal entendido en todo esto. Allí se han ido tostando, las muy cabeciduras.

Ebrio. Afuera los autos pasan detrás de las cervezas que fueron más de dos. Los camiones pasan espumosos en el asfalto. Allá, detrás de la ventana, pasa una mujer apuradísima. Una judía. De qué me sirve que los vea pasar.

Oigo que el norte le tira al sur. Los puntos cardinales se pelean. Son las Coreas que se jalonean las greñas.

Y veo a Song haciéndome señas en El Camino de Santiago. Cruza en forma de equis los brazos en el aire para decirme no. Y cuando quiere se le cierran los ojos, intenta reírse. Me habla tan bajo en el oído que me quedo casi dormido en sus brazos. El este jalonea al oeste.

En Barcelona vuelvo a cerrar los ojos. La pellejería joven. Las tiras de colores sobre el arenal ante el Mediterráneo. Esta vez, Song me vuelve a susurrar cuánto le gustan las aceitunas, la cerveza fría.

En el Palau de Música, Song me vuelve a repetir que le gustan las cosas frías. Me pone la mano en la rodilla. Los dos músicos se han levantado y saludan al público. No puedo aplaudir. Un bandoneón, una guitarra.

Pero eso fue en agosto. En noviembre las palabras me han ido sitiando. Las imágenes se han complicado con el resto de aquellas que intentan salvarse entre junio, julio y agosto. Y es un asunto que voy a consultar con más profundidad cuando respire el tempranillo crianza que estoy por abrir.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Turismundo (451-453)

El también había visto los álamos moverse.
Excepto que del álamo que cuelga
Puede distinguirse (una fruta crecida) hipercolgante,
Un desperdicio que pudo haber caído de algún
Ángel desairado, y allá abajo, cerca de las raíces,
A su hermano que mira sus heces caer.

Su hermano tan parecido a su padre. En el justo
Momento que lo estrangulaba, le pareció ver
A su padre, suspendido, a una cuarta de un charco
De sangre, que lo alzaba recién nacido.

Le llega el olor de los senos de su madre.
La dulzura de su voz. Lo apresura. Lo salva
Del intenso frío. Lo invade. Y en dos manos
Líquidas se siente ir remotamente hasta la batalla
Donde lo coronarían. Mas, allí no se oye nada.

Sobre la tarde, el flanco azul parece fisgar
Una y otra nube. Formas con formas de grandes
Manos. Una mal formada historia en volutas
Vaporosas que se buscan en el olvido de Turismundo.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Teodorico I (418-451 en Los Campos Cataláunicos, un 20 de junio)

A una cuarta del charco de sangre
Puede ver el Todo simultáneo, sin apuros,
Como si nunca se hubiera caído
De su amado corcel, y allí estuviera,
A una cuarta del charco de sangre, suspendido
Por el grito unánime de la batalla.

A una cuarta el olor acre del sudor de su noble bestia.
El casco trasero pisa un brazo cercenado.
Ambos sin comprender. El corcel relincha.
Porque a la suerte ha soltado las riendas
Su jinete rectificando el mal paso.

(Se puede ver el brazo con el puño
Aferrado a una hoz.)

Y luego, aquella
Pose que hace bufón a un guerrero.
Los botines en el fondo azul.
De cabeza al suelo parece quedarse allí
Desconcertado tal ligereza que espera acariciar,
Al lado del charco de sangre, la yerba húmeda.

(Anoche habían hecho hogueras. El silencio
Le trepó a cada hombre como asunto
Privado. En la mañana se les podía ver
En filas por los álamos estirados hacia el sur.)

Y todavía está por caer. Qué inoportuno.
Había estado a punto de asestar sobre una testa
Ostrogoda su merecido. Allí a una cuarta
Del charco de sangre un pozo, un fondo
De masas melifluas, mezclas del olor
De intestinos expuestos. Qué reguero.

El depósito de una sola palabra se expande
Para explicarse por encima de toda la algarabía.
Es su espuela que gira sin prisa
O es la voz de uno de sus guerreros
Que dice “ya, ya, ya,” sin que nadie se entere.

Allí a una cuarta del charco de sangre
Está tan cerca del oído del Todo. Qué nítido
El rumor, galopes en dirección contraria,
Cada grito en la pasión de la batalla, cada cosa
Con su peculiar ruido rozando el mundo
Como si fuera nombre primero, un pregón
Menciona ya el nombre de otro rey
Sobre Los Campos Cataláunicos, cuando todavía él,
A una cuarta del charco de sangre, le podría
Haber dicho a todos que todavía no.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Marranas 1

#
Aprecia el dolor según su cintura.
Dónde engorda el árbol de la vida.

#
El desquicio del rabo en la vaca es
Un rayo de reflexión atrofiada.

#
Se alinea lo tosco contra el cutis
De una irlandesa barrigona y ebria.

#
Santa Aura depositó su cruz una
Mañana que tiré tripas al techo.

#
A los sorbos deberían darles espuelas
De caballos temidos por la luz.

#
Alguien dobló una esquina antes que
Yo pudiese saber quién era.

#
Yo escupo y el regreso de los pozos
Oscurecen el eco de las aguas.

#
Uno cree según la rosa decide
A quien ofrecerle una espina.

#
Rasga y rasga por entrar
La domesticación entre huraños.

#
Extraño momento cuando se aplica
Al momento del paladar un saxófono.

#
Pensar en el país para volar
Con la paloma a la que diste alpiste.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

PASAJERO 8

11


De todos estos caminos en que he ido haciendo cuerpo
Ningún cuerpo. Una ceguera de nieblas por
Donde extender los dedos. Donde poner los pasos.
Se vacía la tierra al paso de mi cuerpo.

Aquí me siento. Manos y pies en su sitio.
El camino se eleva leve y tuerce hasta
Perderse por una pared de espartos.


12


Los ovejeros me han olido la distancia,
La carga rara, un carey como corazón a todo galope,
La tierra que me confunde con la tierra
Fragosa de las yerbas más amargas
O esta sombra de la última encina que persigue
Mis hedores y que me desperezara.

Así paso y ellos callan. Me guardan lo que callo.
Me ven cuidar con cuidado mi marcha por el trillo.
Nada. Paso. Rehúyo. Regurgito.

martes, 16 de noviembre de 2010

HAIKUS LIBRES 7

*
Tu cuerpo:
Amorfo accidente
Del agua entre mis dedos.
*
El agua:
Amorfo accidente
De tu cuerpo entre mis dedos.

sábado, 13 de noviembre de 2010

PASAJERO 7

10

De lenta efectividad mi rostro dos semanas de barba.
Tres días sin ducha. El baño iluminado con mi piel amarilla.
La trama de las horas con su soga en mi pelo.
Deambulo por la casa perdido con diez planes
Que nunca terminan o que cuajan en posición
Fetal en esta cama de la misma sábana ya entrado
Este otoño que me incita a dormir doce horas al día.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Walia (415-418)

Lo primero que se divisa en la triturada costa
Africana es la contracción de un gusano blanco,
Fúgido, contra las rocas, la circulación de las moscas,
Y azores que firman con la pulpa celeste otros
Círculos de la muerte. Moscas. Azores.

Queda con el regio aquel espejismo.

Mira delante. Zumbido. Mira atrás. No sabe como
Llegó hasta aquí esta mosca atrevida. Y sobre su
Cabeza: inútil espante. Una ha llamado a todas.
No escapan a las hojas acres que le han puesto
En el yelmo, y que expiden peor hedor que las
Batallas que dejó por olvido, ni respetan
Las fumaradas de innumerables arbustos que arden
Día y noche los súbditos. Porque aún cuando duerme
Allí están. Imposible decir cuál es noche o cuál es mosca.
O el preciso tamaño de la corona que ambas forman.

En Galia, lo primero que se divisa, si uno hubiera visto
Al regio en retirada, hubiera sido aquel halo
De bullidoras moscas, persistentes y ágiles.

viernes, 5 de noviembre de 2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Sigérico (7 días y 415)

Hubo piel de pato, suasorias salsas que elevaban
Al jabalí sobre toda la corte en el segundo día de su gloria.
Y ocas tan tiernas que podían desprenderse
Como lágrimas bajo el sorbo permanente
Que iba tallando el priorato.

Y detrás, luces tenues, la corte en bultos unidos
A la humedad de las palabras, y esa muralla entre todos
También de duro sorbo; y para él, la doble ceguera tras
Cada copa, tomando cuerpo al fin la venganza, la
Agonía del tiempo de su corona.

Al cuarto día: misión cumplida. Entre las sábanas
Otra vez al oído otras sombras ya eran ciertas. Los seis
Hijos de Ataúlfo habían pasado por el hierro de su furia.

Al quinto día admitía total soberanía. Esa noche,
El crascitar de las grasas le invadió de nostalgia. Y consigo
La nostalgia lo llevó a la conversación del arte cetrero.

Que fuera cierto o no, no fue Sigérico quien tuvo que
Soñarlo, porque fue en la noche del séptimo día,
Después de una ligera digestión de perdices con romero,
Que en un súbito dolor, vio bajar en el brillo de dos truenos,
Dos garras que lo separaron de su corazón.

martes, 2 de noviembre de 2010

PASAJERO 6

9
La rapaz que de la carne tira
Su fusta hambrienta, acomoda
La caverna de las tripas.
Mira con su lupa.
Parece en el plumaje
Que vuelve en el sol
La vida
Como la muerte.

lunes, 1 de noviembre de 2010

domingo, 31 de octubre de 2010

Ataúlfo (410-415)

A lo sumo un revoltijo de huesos después de una noche
Armada de insomnio. Un extracto de un aroma casi olvidado
Entre las rejillas de un sueño que lo asaltó. “Ataúlfo…” esa voz
Admirativa para alguien que llevaría la comedia del mando,
La gloria de un nombre sobre una lápida, el juramento,
Y de ahí el abismo.

Uno no roba de un emperador su hermana sin pagar la codicia.
O sin de vez en vez tener en el sueño una pisada que marque
El futuro, aun cuando se sabe que todo terminará igual.
Pero insistía renacer aquel afán de poner linaje
Y exterminar el orden latino,

Darle fondo a lo baltinga, trayectorias de engendros
Que perpetuarían lo indigesto. Artimañas y goces. Son
Cosas de reyes. Cosas que empezaron y terminaron sobre
El paisaje galo. Tomaba entonces dirección Hispania
En el corazón de aquel hombre que huía de sí mismo.
Y tal fue en el primer sorbo en El Besós que distinguió el
Mons Taber en vez de la sangre que le perseguía.

No hubo pactos. Ni en los sueños. Y ningún sueño pactó
Entre sí. Sus seis hijos fueron contra el espejo el rostro
Del lejano reino de las madres, en ellos, la embriagante
Ánfora que le traiciona la lengua al consumido. Por eso,
Levanta o dibuja en el rostro de uno de sus hijos preguntas
Por gramos y ríe torcido hacia la mar. Tendrá algún nombre
El mañana, esta tierra, la espuma?

Con Dubio levantó la copa. Se diría que los rostros ambos
Bailaron en el priorato, en la fugaz peripecia de la traición.
El tuvo que saberlo. Entregado murió con cara de sorprendido.

Por lo menos, la luz le pasó un curso de blancura
A tan triste historia.

HAIKUS LIBRES 3


*
Tu mano:
Gota que desborda
Al lago.
*
La gota
Fue engordando
En la hoja.

sábado, 30 de octubre de 2010

viernes, 29 de octubre de 2010

PASAJERO 5

8

Le escribo que deseo la noche. La noche de pujos,
Los contornos que se llevan por dentro y se sueñan
Por fuera. Le escribo compacto como son estos días.
Las letras son perfectas porque no soy yo quien las escribe.

Me imagino bajando por los campanarios de Dresden
Un copo blanco, el más blanco y más grueso del invierno,
Ese sobre sin nombre, en la penumbra tibia de una cama.

HAIKUS LIBRES 1

Llueve:
La noche conversa
Con los techos.

jueves, 28 de octubre de 2010

PASAJERO 4

8

Y dale que dale. Como si el chocolate fuera un rizoma
De ricuras o picaduras o avispas. Como si el amor
Tuviera que ver con lo que queremos. Tal vez tenga
Que ser lo que es sin tener que verlo como en esos
Pequeños ajustes cuando nos mojamos en un chubasco.

miércoles, 27 de octubre de 2010

PASAJERO 3


7
De las grutas de Santander
Me queda la arcana lengua,
La roca removida y furiosa,

Los ángulos verdes de la yerba,
Los airosos desfiladeros
Asomados de vuelos,

Y la ruptura de la tierra:
Una carne llena de vejez
Que olvida sus pérdidas.

Casi olvido el grao lunar,
Los varaderos enlanternados,
Y la silueta de la encina,
Y mis pies fríos.

Se borra Santander
A pesar de la gente y sus luces,
A pesar de mis esfuerzos.

martes, 26 de octubre de 2010

PASAJERO 2

3
A la sombra de una cidra
Las crucetas del bermejo.
Desmadejada se escurre
Una abeja hasta el borde
De una hoja. Y luego,
Icástica, la redondez
De la fruta, una ancora
Que mi mano atrapa.
4
Vuelve una trenza a la cabeza
Del otoño. Una carga de frío en
Los troncos que desde las ramas se
Entrelazan: azul y amarillo: uno
Quiere decirlo sin abarcar su belleza.
5
Fue por aquella mesalina
Que las luces volvieron a
Sus sombras.Quedó el tagarino,
Sangrante de corazón,
Desnudo en la alcoba.
6
Paso dentro y por los ojos
De las bestias en un acto
De palingenesia. Trituran
Forraje y tristeza con la mitad
Del cuerpo a la sombra.
Espantan a la luz la otra mitad.
La golosa envidia de las moscas.

lunes, 25 de octubre de 2010

PASAJERO 1

Voy soñando en Sevilla una tarde ardiente. Dos manzanillas frescas
Debajo de un plátano enano. Tres palmotean. Uno canta. En las honduras
Los gorriones se me esconden. El eco de estas cosas se me esconde.

2
Que conste que sobre una letra ponderó por días.
Afuera las cosas oscurecieron. Mas bien se vistieron
De un cierto blanco sobre el blanco de los olvidos.
Le apareció el aroma, casi el sitio exacto de una posible
Olla, algo semiredondo. Tal vez de fruta a carne
Un trillo olvidado de una fonda tal vez en Extremadura.
En la palidez de ciertos rayos, en esa tormenta
De muchos tormentos de palabras, divisó la silueta
Acostada en su lengua. Le temblaron los ojos,
Y aquello le fue bajando hacia las manos.
Le puso la mano en la cadera como queriendo aguantar
Un jarro de agua fresca por el asa de la memoria.
Algo parecido a la luz le iluminó la mano
Quieta sobre la cuartilla.

Oscar Bulenda