viernes, 10 de diciembre de 2010

Eurico (466 – 484)

En una serie de omisiones estaciona
El corazón. Es su gesto una antorcha pálida.
Acaricia una nuez. Siente la geografía rugosa.
La vida lo desvela.

Se exige. Cuánto pesará mi corazón
En este lienzo que me enreda hasta el aliento.

Como si lo arrojaran sobre una borda
Se siente caer, caer. Ha visto las algas y su verdor
Subirle hasta la boca con desespero.
La amargura del kasir.

La amargura. Pondrán sus labios contra los míos.
Me jurarán que el amor que sienten por mí no teme muerte alguna.

Monomanías. Vuelve a su lecho después de orinar.
El regio escucha las olas romper
En un interminable caracol que le arrulla.

Dormirá sin pesadillas aunque ya nadie le ama.

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