domingo, 28 de noviembre de 2010

Teodorico II (453-466)

El rey se pone el armiño. Noviembre.
La primera nieve se enreda sobre los chopos.
Quisiera cruzar El Ebro y olvidarse.
Le apetece poner la cabeza contra la de su alazán
Y hablarle en voz baja. Balbucear con alguien.

El rey se sienta ante el espejo verde
De la ribera. Con un gajo dibuja
El perímetro de su corazón, las pugnas
Que son su reino. Cuál hermano afila
El arma que me abrirá el silencio. Cavila.

Allá por Pallanta y Asturica aparecen lágrimas negras
Que circulan el cenit. Recordará. Las rapaces
Digiriéndolo todo. Insaciables plumajes.
Los girones humanos. El sol y la transparencia.
La podredumbre del alma del vivo. El desbaste.

Teodorico II. Sabe que estar solo no es aquella mañana
Ver el meandro perderse sur. Que la llegada allí
Es lo que lo asombra y que ahora teme.
Ya lo sabe. Lo siente.
Esta gran Tierra de Campos dentro de él se ha enfriado.

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