miércoles, 5 de junio de 2013

Chores

Badende (1967) Gerhard Richter

De quiebros y propincuos pasos de avestruces en chores la carne da su flanco, blancuras, la grasa tersa y su animal de zoológico-como quiera Ud.- un sabor en la iris de sabana a arbusto, redondeces en dirección al viento y al pavor; agazapada en las papilas y concentrada por las yemas, casi, al punto, jugosa, la sangre tibia. Y cuando pasan, desde el palenque a la mar, los charcos de esas cutaras de yute, cóndilos y barcas en movimientos, un hontanar, sales de babor a estribor borbotean. Circunda en la parálisis una sota de muslos, bondades y carcasas, un estado de abstinencia ¿Un vaso lleno de hielo y el frescor en el cielo de la boca será lo que queda del piropo?  Más cercano un bejuco recién buscando una pared da esa sensación de un culo, como si fuera tuyo, y que nunca treparás. También pasa esa sensación.

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