Tras la prisa quedo a un lado. Sombra en la memoria.
Testigo para una flor aún por brotar. Ante el frío: febrero y dobles
pentagramas gregorianos los estorninos. Esto me digo, Tártaro, El quita y pon
en el dolor de mi suéter merino. Y violeta. Siento el abismo, el peso del deseo
al pasar la magnolia.
miércoles, 25 de febrero de 2015
martes, 24 de febrero de 2015
El deseoso (María y José)
Liebespaar im Wald (1966) Gerhard Richter |
José, le dijo María, Yo quiero el verde donde
las bolas de billar chocan en una pradera y van contra el cedro a parir sin
mirar este mundo en el vacío que carga la gran jicotea desde linóleo.
María, le dijo José, Yo quiero el taco donde el
pico del gallo ensordecido cantaba las mañanas por aquellos atoros en el intestino y Apolo bajaba entre truenos con un pañal blanco tapándose las navajas.
jueves, 19 de febrero de 2015
El deseoso (El nuevo año chino del 4713 y la oveja)
Ojo con la sombra que aquí se alarga. Me llevo conmigo, por medio, la silueta de estas sillas, el redil de la mesa y sus compuestos. Algo mayor que yo en todo esto y en sus sospechas. Con poco aliento delante el día resbala en el piso en compañía de Brutus, la tortuga. A mis pies, tal vez bajo su propia sombra, bojea las compuertas del linóleum. El mapa apartamenti de esas flores sobre el vacío con que aguanta el globo. Arriba arabescos. Y. El tremor del refrigerador en C menor balancea. Yo. Al otro lado de esta aguja, China. ¿Alguien habrá bordado un momento parecido en este mismo sitio o en aquel mismo lado? En busca de un café, ansia en cuello, como mi madre, favorito un libro- Deuteronomio- al hojearlo y sin leer, sigo desprendiéndome bajo este letargo de mi figura enganchada al borde de la hornalla. Su fuego azul- flor donde se me funde magma el mundo- fuga de polos, vulvas y mares, a remoto planeta.
viernes, 13 de febrero de 2015
El deseoso (Manicotti para El Día de los Enamorados)
25.-Si quebró el cántaro. (Detalle) Francisco de Goya |
Le traigo manicotti. Los compré en la trattoria de Enzo, El Gordo, el que le pega a su mujer desde que no puede vivir sin ella. Debajo del plato de manicotti, la mesa tiene un mantel blanco con corazones carmines traspasados por flechas. A pesar de la ausencia de sangre en el mantel, puso unas morcillas de Burgo y abrió una botella de tinto. Isabel está convencida que me hace feliz la sangre coagulada. Y. O. El color del vino. Cuando lo ingiero le confieso cosas que le importa escuchar y que no le digo, por ejemplo, cuando bebo agua fría o abre una lata de sardinas. 20 minutos y me toma las manos. Le veo las pecas, ceñido el suéter de líneas púrpuras y amarillas. Los pendientes ámbar de bisutería selecta colgando. Aquí y allá, zanahorias en el pelo. Sin dar rodeos se acerca para besarme. De la glotis, quizás de las encías, le brota un olor a salsa de tomate. Cierra los ojos y yo también. Y acullá, en medio de la oscuridad como un capricho goyesco, Enzo se agacha en una hortaliza, mitad del culo expuesto, y sin mucho esfuerzo, arranca ajos de raíz.
jueves, 12 de febrero de 2015
El deseoso (La siesta)
LA SIESTA, Ramón Martí i Alsina |
Con el codo doblado hacia donde el muslo resobaría el dolor. A las 3 de la tarde un trago de alberca. Aparece un rostro tibio y abnegado entre fiordos y triángulos. Después, el sopor. Y la condenada luz, zumo de campanillas por el moral desenganchado, oh pose gris, debajo de los sobacos.
viernes, 6 de febrero de 2015
El deseoso (Gabriella)
Dónde. Esto,
roce trozado, ido por dónde no quiso ser. Donde pongo. Esto mejor y nada mejor.
Las clementinas en la mesa de cara a la luz ruedan ante los demás como si yo
fuese ellas. Y cierta vergüenza. Y cierta impaciencia ante la caída de
esta lluvia helada, fuera del bodegón, me entume el fucsia. El color con que la
pienso. Y sus orejas, arte de plata que nunca pasó por La Habana. Esos juegos
del escuche. Esos toques, como ya se sabe, trueques, versiones- trece-
extendidas y a las que hay que adherirse. Porque allá, detrás, suenan las
orquestas típicas con un título que no recuerdo. Lejos. Bien lejos. En las
lomas de Baracoa. Y llevan y traen una guitarra. Para Gabriella. Para esa hija
que no tuve y algún día parirá.
miércoles, 4 de febrero de 2015
El deseoso (72 versiones de la canción "En falso")
En la repetición, el cansancio de las luces y
Manhattan. Me persigue este doblado deseo. Dentro, atrás, al lado, en ello, el
peso y mi inmovilidad. Cuenta expuesta, herida, requiere ir hasta el perchero y
bajar la piel, las cosas a las que entrego- Allí no tan seguro que pueda
distinguir. Eso sí, cuando se repite se borra. Cuando me repito la canción “En
falso” me acaricio el blanco que quedó, el alacrán en el interior del tobillo,
el laurel sobre la vena del brazo derecho, la verruga removida que en su lugar admitió
un pequeño lago resbaloso y todo lo que en él se ahogó, porque en 72 versiones
y brechas me aseguro que no volverán a juntarse mis versiones del amor. Ni las
puchas ni las que herí en secreto y mucho menos con las que tanto daño hice.
martes, 3 de febrero de 2015
El deseoso (Uno)
Apolo y la serpiente Piton (1636-1638) y Cornelis de Vos |
El esfuerzo. La gravedad doquier el hielo es trazo y contraste y meras catacumbas de mundos invisibles Uno pisa en dicho huevo el universo pensando en el equilibrio donde queda el reflejo que abandona las aguas del gateo, la suavidad de los pisos, esa mucosa, cuando latía pared la vida por Uno, y bajaban los bolos alimenticios de aquella caliente tripa Uno insolente mira hacia el agujero de una esquina y ve algo pasar en un carcaj, un estruendo como dos autos que pierden los frenos y chocan en una nalgada, o sea, para no caerse y de allí no pasar por el vino insensato de las levedades aprendidas de Apolo.
lunes, 2 de febrero de 2015
El deseoso (Helada de febrero)
Todo cerrado. El
patín del hielo sobre las macedonias. La escarcha- una garza- aparte blanco, desliz,
sin ternura. Y detrás, el agua. El (estanque) por si mismo delatando. Y
crispada en el alféizar, la maceta y su remillón encajado con disimulo, la
curva del boquete aferrada a lo que entra y sale del frio. Y ahora que la luz
se desprende por ese chaleco, el resplandor incompleto somete al moral a ser un
dossier entre lo posible y lo aparente, un coral apresurándose entre estas
cosas.
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