miércoles, 18 de mayo de 2016

La hilandera intuye La Casa

Segmento azul y Wassily Kandinsky (1921)

Y de aquella prenda la aguja se fue hundiendo en la forma de su mano. Crispada y los objetos se agigantan y, cuando cree atraparlos, allí se esfuman en el piso. Es más rápida la punta que sus nervios. Con ella se aparece el olor del recuerdo de un piñón de higuereta o la reunión de 5 mujeres sobre los bordes en una tarde, tazas, café, y sus maridos en las camas esperándolas.

Y al mirar bien, he visto en el edredón de su lecho una constelación de telas del mundo, pentágonos unidos, impresionismos de una larga resistencia, la bata que se puso mi hermana a los siete cumpleaños y, en seguidillas, el pespunte que a nuestras vidas irguió.

A un lado, en el techo del patio de este ultramar asilo, le muestro a la luz del día una lechuza de yeso que gira de cuerpo entero sin que ninguna paloma le tema. La mirada de la hilandera intuye que la alfombra del cielo y la lechuza están por bordarse en esa hebra del no saber cómo y cuándo ella entrará feliz por la puerta de La Casa. 

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