Las
hojas y el moral, bajo el ejercicio del otoño, formato de los perales, abrochan
los naranjas, seroso desdeño por las laderas la rotación. O. Un parecido sin
causalidad. Que en el movimiento cede y penetra sin precipitar. Arrebata por su
lectura en la lectura. Las lañas y los féretros por una tarde (leída) entre los
morados de Eliseo Diego en un pub de Maam (y) los residuos que van a parar en
el inesperado encuentro -momento de inercia- entre lo resistente y aquello, la genealogía de un mapa enrollado. Y un día. Crea a un aparecido y sostiene ese instante hasta
que llega el algo, esto, y lo mueve para que logre presenciarlo.
lunes, 31 de octubre de 2016
miércoles, 19 de octubre de 2016
El sesgo abunda sobre el trino
The Rise of Facism (1975-79), R.B. Kitaj |
Al trancar
la presión, solo el cero se consolida. En partidas, jaloneado, el sesgo abunda sobre
el trino de los gorriones en el moral, abandona este otoño -las apariencias se
dejan llevar con su plomería al ángulo recto de las papas que hierven en la
olla con vinagre y un poco de sal. Y si nombro en fluctuaciones el amor. La inducción,
el crespo nogal de sus cabellos, chorros y desganches, los vapores por estas
paredes se aglutinan, resbalan, me dejan aquí en peso la copa mientras espero a
Isabel sobre su sueño hacerse una mujer de veras, a Ka regresar en sus campanas
al océano, a Emma dormirme la pelambre. Pongo, para mi sosiego, el tazón al
lado del plato de Boleslawiec, al lado, dos palitos de bambú sobre servilleta (verde
afgano) de hilo estampada.
domingo, 16 de octubre de 2016
Un círculo figurativo deambula
Esto prensado. Absoluto olor entre mis
camisas. Deudas que están por el cuarto andando, leen entre mis libros (Auden y
Leigh Fermor), olfatean, bordes, en mis zapatos, senderos donde anduve, y con
quien compartí en El Camino las sobras del visaje desde Sevilla a Sahagún, el
fuet, mordidas, debajo de las encinas. Y. También. Aquella otra represa por el
salitre del alma debajo de una luna blanca. O. Pegada en la dehesa. La orilla
de un océano que se desenrolla para no volver. Y que siempre por un círculo
figurativo deambula. En Este Cuarto. Como. Un águila sorprendida- igual que un
ojo en medio- con un trozo de frescas tripas en la punta del pico.
jueves, 13 de octubre de 2016
Ese poema de Browning
Robert Browning alrededor de 1888. Fotografía de Hebert Rose Barraud |
Y lo penetrado.
Y una talanquera sobre el rostro a un lado del muro de lo que salta en más de
un sueño, abajo se viene y. Allá. El rumiar entre los dientes de las bestias,
el roer de la tierra dentro de sí misma, el caer de las bostas, el asistir de
los gusanos en prole por pistilos e hierbas, y el hedor. El carroñar de las
auras. Las cercas tendidas sobre las hectáreas hasta quebrarse en carreteras,
en números, y un cartel (verde) con una distancia exacta como el latido de un
corazón que tiene edad mayor. Mayor. Mayor que todo lo que allí presencia juicio
y exterminio. Y al saltar -lo penetrado- no regresa. Renace. Queda, bien adentro,
ese poema de Browning, desperdigado, genésico- Ausencia vs. Desgaste.
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