martes, 11 de abril de 2017

Las sirenas. Y los cláxones

Robert Becthle

Las sirenas. Y los cláxones. El torna azul de las primeras gotas decididas cae sobre el último día de marzo. Y no hay entregas. Las fijaciones de lo ácido han ponderado la denuncia “que los hombres son un techo” mientras se transforma la diatriba en un sarcoma alejado de su pelota. Todo el día ha sido un arreglo para alejarse cada cosa de cada cosa sin dejar el menor rastro.  


Cuando se alejan las sirenas. Entonces. El tránsito aparenta recuperar dientes, El Hudson una pandora de grises en los buques, La Avenida Bergenline, de puesto en puesto, requisa el olor falso de las paellas sin fumet. Se conglomeran los Que y luego, adjunta, una luminosidad que estaca. Se confunde con lo quieto. Incluyendo las vidrieras, en un principio psiquiátrico, para quienes pasan opacos y fuñidos. Y hay poco que decir en cuanto a explicar el cercano calor de abril. Se repite esta ansiedad de No poderlo exhibir, sin sentir antes de cavar, y sin propuesta estimar cuántos días faltan para que claudique el verde en los árboles, para conversar, coño, bajo la señal de algo nuevo.

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