martes, 21 de febrero de 2012

Ausencia


21 de febrero y el 2012

.La mañana. El poco espacio disponible del apartamento está lleno de los carapachos que deja el {a} intervalo degenerado de mi piel, botellas de vino, platos, palitos chinos, calcetines, y un gordísimo libro de Nancy Bacelo abierto en la página ciento y pico en el linóleo. No hay crustáceos ni nieves al borde del colchón a pesar que anoche luché en un océano índico de blancos sabores y destellos. Cosas que se iban. Cerca de la mesa de la cocina, en el hoyo de un espacio, falta un sabor esencial dentro del café. ¿Cómo es posible que no sepa igual que al de ayer. De dónde ha salido esa Ausencia? También se ha desaparecido el trillo hasta la mesa de la cocina que allí se bifurca hasta el refrigerador y luego tuerce a la derecha hacia el baño. No está. Frente a la estufa, el gas se quema en el azul, coronado de amarillo, como si no quisiera calentar y el ruido de su escape (pacífico) hipnotizador se fundiera en el aire como si nada. Y a su lado, el motorcito del mini refrigerador, por no quedarse ausente, vibra entre una C mortecina y una D. Yo no sé si sentarme en el piso al lado de una columna (dórica) de libros o retroceder al colchón y, desde allí, todo el día mirar, por la ranura de la ventana, el cielo y esperar que pasen los aviones del aeropuerto de Newark. O.Y. Simplemente quedarme aquí (de pie) hasta que esta inercia del edificio me arroje a algún sitio.

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