lunes, 6 de febrero de 2012

Marea alta en los pantanos



6 de febrero y el 2012


No es fácil explicar esa sensación rara de la tibieza lindando con el frío y cuando el frío suda su temor sobre las manos de lo vacío. Allí voy y me siento en el autobús. Cabeza contra el panel de una vidriera de espacios reciclados. Un mismo colorismo. Decía Isabel Ese fovismo que te ataca con toda su rabia. Y que en lo más inhóspito deposita la presencia muda. No la quiero entender. También rechazo la idea de Bach en el vaivén del motor según la luz sobre Rutherford hace un giro hacia los naranjas sin naranjales y los almacenes se asoman (felinos) en el herbazal. Pongo a un lado las estadísticas de los gansos. Se levantan en docenas por culpa de la última marea alta en los pantanos. Y mientras cortamos el aire, la putrefacción se cuela por todos lados. Ese huevo nuestro de cada día que se rompe cuando pasamos. Y ahora, no tengo idea como parar de sudar. Es una realidad. Tengo miedo no saber bajarme de este aparato. Me llena los pulmones La Parálisis.

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