sábado, 20 de octubre de 2012

Si fuera Abbas Kiarostami


Abbas Kiarostami



Si fuera Abbas Kiarostami. Y pusiera, al contrario de lo lento, un cristal igual que sus gafas para que sea igual que él y no me exceda.

Si fuera Abbas Kiarostami. Usaría los lentes iguales a los de Abbas porque el tinte amenguaría la luz que nos distingue.

Si fuera Abbas Kiarostami. Y me sentara frente a la tarde como un amigo que habría recobrado después de una llamada telefónica. Y no supiera qué preguntar. Sino que contesto, como Abbas, sin suponer que alguien me imita.

Si fuera Abbas Kiarostami. Desde las uñas a la tacita Limoges color Luis XV a la gran veta en el cristal de la ventana a la nube suspendida entre los cables eléctricos de la diez de la mañana alzaría la vista.

Si fuera Abbas Kiarostami. La tierra donde cayó muerto el venado sería un montículo de gusanos. Desde allí se podría ver un pueblo contra los montes, pues sin las gafas ahumadas, parecería que está más lejos y menos divino.

Si fuera Abbas Kiarostami. Me sentaría detrás de los parabrisas. Sin prisa. Sin mirada. Me sentaría después de estar cansado. Y escogería una ciudad para desde allí verme, como Abbas, detrás de un parabrisas.

Si fuera Abbas Kiarostami. Escogería la luz detrás de los autos y las seguiría hasta que se apagaran. Y sus conductores penetraran las horas de la noche y quedara afuera la esperanza esperando que algo más suceda.

Si fuera Abbas Kiarostami. En un vaso de leche (caótica) caería la cereza trenzada entre los blancos de su memoria. 

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