lunes, 19 de noviembre de 2012

Brevísima historia catalana (domingo)


Santa Maria de Tahull


Disuadirle no. La luz penetra a pesar de las resistencias y las humedecidas rendijas, y también aquello que es un calvario y en el pueblo permea entre chismes. Su amor por las mañanas de los domingos se aprieta dentro de su rebeca. Lo hace con el gesto de la virgen de Santa María de Tahull para no dejar escapar, según hermanos y familiares, la tibieza del día.

Su vida, un tanto entre abrojos y quemaduras ante el fogón, también tuvo en su mocedad la ventura brevísima del amor. Un tal Ignacio, aparecido de sombras y de manos huesudas y calientes, le tomó el rostro por nelumbios y por su talle aferrose hasta ella subir el desvanecer.

Recuerda aquella tarde, a la vuelta de la era, su vestido de flor verbena y la ligereza, el rumor de los chopos asidos al oeste anticipando lluvias, y el temor al tiempo, cómo le corría ventral el corazón al garete hasta el recodo donde el río linda con las alturas de Montserrat.

Y nadie volvió con ella a bailar las noches de San Juan. Nadie volvió a nombrarle la flor equivocada. Su hijo fue el idiota del pueblo. Le puso Ignacio por castigo. Su rostro, parecido al padre, ladeaba entre la verdad y la mentira. A juzgar, a ella le asomaba la ternura cuando lo llamaba a comer.

Al hijo lo mató un camión en la carretera que va a Barcelona. Y ella, sin disputas, lo bajó a la tierra y le sembró ginestas y muguetes.

Se rumureó que hubo un rumano interesado. Y él, un miércoles, cuando le miró a los ojos, prefirió recoger ajos castellanos a mirarse otra vez en aquellas fosas.

Compra pan a las seis y a las ocho sirve tostadas con tomate y mermeladas, y trozos de membrillo denso. Deja caer el café en cascadas de extranjeros aromas.  Y sabe cómo hacer burbujas en los bordes de las tazas. La miran tan agradecidos.

Después de la comida se saca la rebeca. Para que nadie interrumpa: llave y aldaba. Enciende al viejo Philco en la estación culé. Se cubre en la cama con la pesada colcha azul grana que abuela le tejió a los quince. Volumen y cierra los ojos. Nadie la puede engañar. Mas bien es indiscutible. Allá ellos que no se han enterado que ese chaval Messi es el crac de los cracs.

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