sábado, 17 de noviembre de 2012

La esquina afeitada




Ya que agolpa pesadumbre el tránsito (y) estimo distante las cosas que se extirpan sin rastro, aquí uno al otro lado del otro, en la esquina afeitada, con la luz de los deslumbrados neones de la ciudad, y acaso una tapa al no ser ni ángulo alguno, sin  timidez, de irreconciliables colores y rodeos, un rizoma de lo fruncido parte de la desesperación al olfato dedicado a la nunfuria, al esqueleto netrofacto de las exageraciones. Temo mucho, y en principio, a tanta obediencia, y que las luces terciarias de esta esquina, a penas de Lucas a Juan, recorran los personajes necesarios. Me quedo varado. Y quiero asegurarme que no aparezcan la familia, los amantes, y la literatura que esquivo. 

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