martes, 21 de mayo de 2013

Ataca la luz sin gota de sombra


Geoffrey Chaucer (Harvard Chaucer Portrait)


Ataca la luz sin gota de sombra aunque llueve por toda la tarde; alargo la pierna zurda (quebrada) en el sillón de esparto. No deja de chivar ese pajarraco innombrable, el último que canta, pues se atreve a retar al chorro que del techo vecino cae e insta al patio a drenar, a drenar cielo y tierra, y los contornos de la modorra en el moral. Y uno busca ajustarse al fin de semana y entrarle, sea de pájaros o aguas, al peor poema; después de un tinto abajo, se vuelve a encoger maldito y empuja, a contra peso, los pijamas en flor de mi mujer.

Y como es el caso en estas tardes insolubles y agitadas, desnudo y con coriza, me exhibo al pie de la ventana y a un lado de los clásicos Harvard. De Chaucer a Gray, tocados por el socarrar, prensados en oropel y tela borgoña, difuso estaca un verso olvidado en el volumen tal, una página digna y fatua cuando prefiere parlamentos de polluelos- yo- por cierto, inclinado a las sales, lo bajo hasta la vista baby y prendo la bombilla ya 60 vatios consumo en este círculo de tientas y bojeo, página tras página, remilgos y polvos, sin mucho azar, titilante y barrigón.

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