15. Sept. 2009, Gerhard Richter |
Llega el hueco. Y mi vida es triste. Y para
lo triste no es necesario estar. Asumo el continuo clonar de líneas en la
lluvia que, por cierto, desciende fría, gruesa, estimulante. Ante el redondel de
la renuncia se planta, en G menor, esta sístole, los autos estacionados por los
ruidos, y sin querer, en el goteo, compadecen amorfos cuadros, defectuosas
memorias, partes de varios cuerpos, el rostro de algunos instantes que fui.
Y en la próxima esquina, Cuando el hueco no
es un tramo en picada, pretendo sacar de las palabras un cello, mi agresión contra
los hechos, dilatar la lluvia antes de abrir la puerta de La Casa. Me acerco y,
cuidadoso, tambaleando bajo el peso de quien soy, me separo. Extrudo por el
llavín, justo antes de entrar, el verbo huir en el pluscuamperfecto del subjuntivo.