miércoles, 26 de julio de 2017

Diario de verano (Como un hueso égloga)

Ariel Cabrera Montejo


a)
Como un hueso égloga, esta mañana ha tenido como címbalo el fondo de la caldera. Los nuncios de los poemas, almagres -un consumé- se aproximan con el dolor de los vientres invertidos. Como una molleja de pollo. Rompe piedra. Rompe ola. Rompiendo en sus ácidos el mí y el yo y, truco mío, desde que he pentateucado mis esquinas como versos.

b)
Después que el cardenal vino a la ventana y se posó en la baranda. Se estira sobre los verdes del moral una escalera pinzada por este sabor que no deja de abandonarme. El hecho se estrecha, y me impide sentir más allá de este frescor bajo las hélices en el techo- prendidas por un grave girar- hueso suspendido- de un esqueleto al viento. Escucho a Lecuona.

c)

Depuesto. Argollas. Como a las dos de la tarde. Una pila de papeles forra cada una de estas peripecias. El horror de la sala con esta ventana al patio. Sus ácidos. El moral en su fuelle. Me aguza, al toque, al hito osmio, en busca de total silencio.

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