miércoles, 9 de marzo de 2011

Sirenas y espárragos

8 de marzo y 2011


La sirena de Starbuck tiene dos colas por dos piernas y el ombligo de Shakira. El pelo le cae sobre los senos y entre las axilas en una marejada alta de torceduras que ondulan hasta la cintura. Una diadema con una estrella solitaria en su cúspide la corona. El fondo negro con el TM (Trade Mark) contiene las almas perdidas de los marineros del Pacífico. Un golpe de claroscuro. Sujeta un aniversario de una molienda especial en una vitola que parece estar llena de sotavento. Su rostro pertenece a 1598. Un sujeto de El Greco. Al borde de lo andrógeno, su manierismo retiene la posibilidad del desplace entre los mundos. ¿Vuela o nada? Y. O. Puede sentarse en una borda y coletear coqueta. Aquí cuelga en un cuadro en la calle Washington, en Hoboken, lejos de toda seducción acuática.

A su lado, también con un TM, aparece una foto casi tirada al azar. Ahí los ladrillos superiores del arco, sería un pequeño túnel, que lleva al patio donde está la ventana desde donde Romeo enamoraba a la Julieta. Todo eso lo intuimos porque en el centro aparece en letras blancas Caffé Verona.

En el Caffé Verona, Francesca, un Botticelli salido de un cartucho blanquísimo, tiene la mirada que todo lo intuye, la profundidad que invita al ahogado. Juega con el borde de la taza. El otro lado de la mesa. El borde del mantel. Un mar negro. Ojos para que lo deje todo. Valpolicella a tus pies, me dice. Bach. La sonata para violín # 4 en C menor le tiembla en los labios. Cómo olvidarme. Tengo que agarrarme al mástil del café. Y lo tengo claro. Color de su blusa. El momento que ponga pie fuera del Caffé Verona nada volverá a ser igual.

Una vez afuera, la luz, como la de hoy, me disuelve.

De vuelta al valle de Valpolicella, me dice al oído: ¿dónde volverás a ver los espárragos crecer con tanta delicadeza? (2001)

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