martes, 24 de mayo de 2011

Teudis (531-548)


Silentes chicotes de agua contra la proa del dromon.
Porque atrás Ceuta le deja sin gloria. Se levanta
Una humareda y ese viento estrecho frente a él.
 ¿Será que el destino lo empuja o la orilla lo imanta?

Aquel día pretende estar ebrio el soldado de guardia.
Le ha visto pasar en los ojos el color de una fragua.
¿Qué transmite el palacio con sus cortes gélidos?
Ya nada se esfuerza dentro de él. (Una punzada en la sien).
Tal vez le insiste el inverso de la hoja de laurel con el aroma del almuerzo.
La levedad.

El guardia le clava el puñal cerca del hígado. El dolor entumece.
Y ahí el gran instante. La ruta de la vida, la traición, y la muerte.
Se acerca al borde. Al mismísimo borde del que perdona por castigo
Y tiene tan solo tiempo para un gesto.

Esconde el rostro. El Flavio. El viejo general. 
Lo que le duele deja en la sien un diminuto rollo de espumas.
Y después nada. Ese viento entre las columnas
Y sin explicación el olvido. Así todos le ven cruzar las aguas y partir.
Le rodean amigos y traidores entre murmullos y risitas.

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