martes, 17 de mayo de 2011

Viaje a Laakbaar (séptimo día y La Apoteosis)

17 de mayo y el 2011

a
Al principio pienso que es un carnaval. El gentío se mueve uniforme por una calle (sin nombre) que desemboca hacia la mar. No estoy del todo convencido, pero la gente ríe y canta. Los jóvenes caminan alegres en pequeños grupos. Nadie camina en dirección contraria. Después. Me percato que por otras calles paralelas también otros grupos, imantados por un punto confluente, se mueven a ¿Dónde?

b
A mi derecha la mar. A mi izquierda Laakbaar. La gente es una cifra de puntos movedizos. La mar también. La masificación los borra. Y sin embargo, la presencia de cada uno los transforma en una indispensable consideración. Una célula enferma puede causar la muerte. Una célula viva es un pixel en este mapa.

c
La celebración está lejos de aquí. Un punto donde me imagino culmina esta apoteosis. Ahora el sol está alto. La gente suda. Algunos se cubren el rostro con pancartas. Las pancartas celebran el verbo vivir. O. Y. Lo mezclan con otros ingredientes: el presidente de Laakbaar aparece como en un afiche (apunta, algunas veces, hacia donde estoy), gente que murió durante la última guerra civil, la responsabilidad de continuar los planes del país hacia el futuro, las políticas internas del gobierno, la soberanía de Laakbaar, el pueblo de Laakbaar en el arduo camino que ha tenido que andar para poder llegar hasta aquí, hoy, este día, la bandera en extremis (toda una contradicción), los lazos de Laakbaar con el mundo exterior y el Laakbaaar interior, la necesidad inherente de expresar la unidad de pensamiento en cuanto a lo que haya que pensar ahora y en el futuro, las escuelas (tantas) con sus nombres de caídos en la larga historia de Laakbaar, algunas mujeres, la producción de los productos producidos por los productores (muchos), la corrección de cualquier equívoco que vaya a permitir una opinión contraria a la del pueblo de Laakbaar, el estímulo de arriba y el de abajo, el estímulo de triunfar si hubiera una derrota en el camino de alguna futura confrontación con (algo, alguien, otra nación), el desinterés con que Laakbaar se ofrece a todos los que la entienden,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,

d
Llego a una plaza (monumental). He seguido a la gente hasta aquí. Poco a poco se han dispersado. En vez de una congregación, me encuentro ante un monolito que se eleva sobre un último momento. Allá, en el pimpollo, la bandera en extremis. Un amague. Lo que hubiera sido se ha diluido repentino. La música, la estridencia, las pancartas, las consignas por lo parlantes han cesado. También, se ha levantado un sabor a sal en el aire. Ese eco que sigue a los zureos ahora reina en una corriente empujada por el viento (la salazón) desde la bahía. Esta vez me parece que va a llover.  

e
Las nubes. El aire se ha cargado. Pero. ¿De qué? El monolito.  Y me asaltan dos imágenes distantes. 1) Un oso hormiguero mete la lengua dentro de un tronco caído y la saca llena de hormigas. El oso continúa (distraído) en busca de más hormigas. Off screen. 2) Suena una sirena y los Eloi caminan como autómatas. Rod Taylor (close up) intenta, en vano, detenerlos. Todos son rubios. Inofensivos. Me llega un 3) y siento la urgencia de morderle las piernas a Yvette Mimieux.

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